Restricciones a la carta

    21 dic 2020 / 17:08 H.
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    A veces las decisiones se toman de forma precipitada. En ocasiones, se hace para satisfacer a quienes dan collejas, otras se hace por puro dinero. Pero lo que últimamente me queda claro es que las decisiones no se toman pensando en el bien común. Veo con tristeza, y a veces con un divertimento extremo, el juego de los distintos gobiernos a marearnos con las restricciones sinsentido que nos imponen. Puedo entender mil cosas, tres mil explicaciones, un millón de argumentos, pero lo que no me entra en la cabeza, ni a mí ni a más de la mitad de los moradores de este país de pandereta son las continuas incoherencias, en una absurda lucha entre “la pandemia nos mata, salid con cuidado”, y el “esto no es para tanto, tenemos que seguir adelante”.

    Pues sí, hay que seguir adelante, pero todos, no quienes a ustedes, los que ostentan los sillones del poder, os dé la real gana. Estoy cansada de que mis compis de profesión y el alumnado pase frío en las aulas, que por narices son seguras y por los cojones de los mandamases deben permanecer con sus ventanas abiertas, porque el frío es algo que se ve que los y las docentes y los y las discentes no sienten. Se entiende que quienes entran a un centro educativo están hechos de otra pasta.

    Efectivamente, hay que seguir adelante, con nuestras vidas, pero sin criminalizar a la hostelería, a esa que os estáis cargando con una mierda de restricciones que solo muestran que pensáis que los bares tienen dosis de covid-19 y la reparten entre los consumidores. Y mientras, apartáis la mirada de esas calles aglomeradas viendo lucecitas de colores, de las grandes colas en las grandes superficies, mientras la empresaria de la pequeña tienda de ropa de mi calle pone el cartel de liquidación; mientras el chico de la tienda de comestibles hace cuentas para ver cuánto tiempo puede aguantar; mientras la hostelería se muere y deja sin trabajo a empresarios (pequeños, claro, porque a ustedes el pequeño empresario se la trae al pario) y a un sinfín de trabajadores. Y, no sé si ustedes, quienes gobiernan, quienes salen en la tele a dar discursitos de mierda, saben que todas esas personas son personas con o sin familia, son personas, simplemente. Ellas, que promueven la economía de la misma forma que los amancios y demás franquicianos, pero en los barrios; ellas, las personas que llenan de vida nuestras calles y te saludan cuando pasas; ellas, simplemente las personas emprendedoras que decidieron echarle valor a la vida y montar su sustento... ellas, todas esas personas que ahora no os importan. Porque, según ustedes, los que os decís borricadas en el congreso, quienes os insultáis en los parlamentos, quienes os importa más la guerrilla interna de vuestra mierda de partido que el programa electoral que prometisteis..., sí ustedes, que son la gran vergüenza de este país, se limitan a decir que las restricciones hay que llevarlas a cabo pero se olvidan de la coletilla “a gusto de sus colegas”.

    Basta ya de incoherencias, si puedo comprarme unas bragas en un centro comercial rodeada de 600 personas, sin distancias de seguridad, sin que nadie, ni yo misma, desinfecte cada producto que toco, también puedo cenar en un bar o echarme una cañita con mi pareja, porque ahí sí que se cumplen las medidas de seguridad, porque ahí sí que hay siempre alguien desinfectante en mano, porque las distancias se cumplen. Quiero también comprarme las bragas en la mercería de mi barrio, aunque tenga que esperar en la calle, porque, aun teniendo los mismos metros cuadrados de local que una franquicia bien conocida de ropa interior, el aforo se limita a la persona que trabaja y a mí. Quiero tener una nueva normalidad, sí, cuidándome y cuidando a los demás.

    Quiero que por una vez desde que empezó esto que llamamos pandemia, erradique la pandemia crónica de mi España, el virus que afecta a los politicuchos que dicen que nos representan mientras nos llevan al matadero en pro de sus amiguetes y beneficio propio. Quizás lo que necesitamos es un país nuevo donde los representantes quieran y ayuden a sus representados.

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