Quítate tú que me ponga yo...
Así lo pregonan todos aquellos que quieren mandar en algún campo de la vida, aunque donde se note más sea en el de la política y en todo aquel organismo o institución en el que se maneje “poder”. Eso ha sido siempre así; y, por desgracia, lo va a seguir siéndolo in sécula seculórum. Lo tenemos ahora tan a la mano —con las elecciones vascas y gallegas— que lo podremos ir viviendo diariamente, a la vez que ir palpando cuántas mentiras ególatras —o medias verdades o bulos— habremos de oír con tal de llegar a conquistarlo. Desde siempre, los entendidos y doctos en esta materia, nos vienen alertando de que el poder corrompe a quien lo detenta. A la vista está de cualquier ciudadano español o mundial, pues lo único que se trata es de ensalzar a la persona —o al partido o facción que lo representa—, contándonos sus bondades, y vilipendiando —por sistema— las del adversario. ¿Será nuestro triste destino humano cargar con este baldón al seguir contribuyendo alícuotamente, con nuestras acciones y/o decisiones, a que los peones del poder sigan dominándolo todo, cual mafia clandestinamente constituida?