Quién no conoce a Vicente

Vicente Barranco ha dicho adiós a la hostelería y se ha ganado el júbilo con un aplauso generalizado por su profesionalidad >> Con Casa Vicente desaparece no solo un local de referencia, dice adiós una ‘estirpe’ de bares que ya no volverán>>

08 sep 2019 / 20:17 H.

Está de vuelta de todo y mismamente disfrutando de la vida, que se ha ganado el júbilo como campeón de la hostelería jaenera. Les hablo de Vicente Barranco Villodres y lo hago con sobrado conocimiento de causa, que ya en los años 80 disfrutaba de unas sabrosísimas e irrepetibles sangrías en el Arco del Consuelo, donde empezó a volar solo y a mí me encantaba perderme de mozalbete. Mucho tiempo antes, casi desde que hizo la comunión, ya estaba de un lado para otro con una bandeja en la mano haciendo felices a los jiennenses, desbordaba hechura y profesionalidad; fuera de lo común lo suyo y somos muchos los que así lo comentamos a menudo; no hay otro como él, pensamos con verdadero acierto. Hace unos meses, ya con el bar asentado en Cristo Rey, decidió parar de sopetón y respirar, con su Loli querida al lado, tan callada y eficiente, tan sufridora y tan vitalista, que irradia paz y tranquilidad por donde transita su silencio (y su espinita del cielo). Ahora Vicente respira y disfruta sin mirar el reloj; viaja y saborea la vida, sin estar de servicio; escucha buena música o ve toros de un tirón, que junto a él solo caben ahora los amigos, la mayoría todos antes buenos clientes. Así se le pasan los días y las noches, saboreando cada instante sin estar pendiente de lo mejorcito del mercado para su clientela fiel ni de los mejores buscadores de espárragos en Sierra Morena o las setas de cardo cuco de Jabalcuz. Con Vicente y Casa Vicente hemos puesto fin a una época, no ya solo por su chalecos en amarillo y negro, que también, quizá porque lo de ahora es distinto y no volverá lo antiguo si a la palabra antiguo le ponemos al lado “lo auténtico”; ya pasó y lo extrañaremos. Sin denostar de la modernidad culinaria, habrá un tiempo en que los platos vuelvan a ser como siempre, los camareros como antaño y la hostelería un compendio de profesional de la barra y psicólogo sin titulación que arregla autoestimas con una frase oportuna en el momento justo. La profesionalidad de los Barranco viene de toda la vida (un beso para Pepe “El Patillas”, que ya está allá arriba preparando combinados ricos, ricos) y la laboriosidad y el detallismo en la excelencia de Vicente merece que hoy lea un escrito de alguien enamorado de sus ricas viandas.