#QuédateEnCasa

20 abr 2020 / 16:32 H.
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Algunas personas se debaten entre quebrar una rama a escondidas y obtener un placer íntimo o talar un árbol a la vista de todos y pasar a la historia. Hasta ahí su horizonte. Lo de agarrar la manguera para el chorreón de agua no va con ellas, creen que se trata de una acción vulgar, al alcance de cualquiera, y que, además, proporciona un beneficio colectivo, un concepto que, por más que nos sorprenda, en sus entendederas viene a significar lo mismo que tener un tío en Graná. No las quiero conmigo: algo que, por el momento, se levanta como lo más preciado que he aprendido en esta maldita hecatombe; eso y lo mucho que amo a los míos, porque si fuera por mí no les dejaba salir a la calle ni a por pan. A grandes rasgos, a estas alturas sé a qué huelen mis hermanos, las tablas de multiplicar y las capitales de la mayoría de los países del mundo. Y, sinceramente, me importa un comino cuanto es siete por ocho o a qué nación pertenece Reikiavik: conceptos que aún mantengo porque no sé quitármelos de la cabeza; pero lo del olor, en cambio, actúa como la barra de la que se sirve el equilibrista para caminar sobre la cuerda: indispensable. Quedaos en casa.

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