hacer yo?

Es la pregunta que deberíamos hacernos cada día al levantarnos. Está bien pedir ayudas y exigir nuestros derechos. Que a las personas que se han quedado sin empleo se les dé una prestación y que las empresas reciban subvenciones para mitigar las pérdidas que ha ocasionado la pandemia del covid-19. Pero el Estado es incapaz de hacernos salir de esta crisis por sí solo. Debemos contribuir con nuestra actitud y con nuestros actos. El pequeño comercio de proximidad, que ya estaba tocado por la competencia de las grandes superficies y las ventas por internet, ahora se encuentra prácticamente hundido. En nuestra mano está que salga a flote, por seguir con el símil marinero. Si compramos a nuestros vecinos, ellos podrán contratar a nuestros familiares o amigos. Nos dejamos seducir por la comodidad y la facilidad que nos ofrecen las plataformas de venta online: solo apretar un botón y al día siguiente recibimos el producto en nuestra casa. No nos damos cuenta de que ese gesto, en apariencia, inofensivo, está acabando con el comercio tradicional y con miles de empleos. ¿Se imaginan qué triste sería pasear por el centro de nuestros pueblos y ciudades sin ver un solo establecimiento comercial?