Qué pasa con los bancos

    26 may 2021 / 13:28 H.
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    Desde hace un tiempo para acá, visitar ciertas oficinas bancarias se ha convertido en una actividad, altamente, desagradable. Da igual el día que vayas, o la gestión que necesites hacer. El resultado es el mismo. Aunque te presentes a primera hora de la mañana, te encontrarás largas colas para que te atiendan. Entonces es cuando te planteas si irte y volver otro día, pero sabes que la espera será igual que hoy, o si quedarte, y, por lo tanto, llegarás tarde a trabajar. En esos pensamientos te encuentras cuando observas que hay cinco mesas funcionando, pero sólo una atendiendo al público, entonces es cuando pillas la primera irritación. Por fin ha llegado tu turno, y, en ese momento tu encrespamiento sube al siguiente nivel, al informarte de las nuevas normas de la entidad, en materia de horarios y de comisiones. A partir de las once de la mañana ni se te ocurra asomar por el banco, según para qué. Que sepas que te van a cobrar comisión, casi, hasta por decirles buenos días. No se les puede molestar, y si lo haces, tiene su precio. Y, entre tanto, la desvalida viuda, desconocedora del uso de los medios informáticos, te pregunta qué hacer para que el cajero automático le dé cien euros, porque ella nunca ha sabido utilizarlo y el banco se niega a atenderla por sacadas inferiores a seiscientos euros. Entonces reniegas del banco en cuestión, y te juras que te llevas la cuenta a otra entidad. Pero, recabando información, aprecias que en todos sitios cuecen habas, y, claro, puesto que hoy en día no cabe pagar ningún servicio por ventanilla, sino que hay que tener todo domiciliado, pues, qué haces. Que te quedas donde estás y todo seguirá igual la próxima vez que vuelvas. Sólo que ya lo harás con cierta dosis de mosqueo, que en nada beneficia a la relación personal entre el empleado que te atienda y tú. Y así, una y otra vez, hasta que, cierto día, por más que pretendas ser la persona más educada y paciente del mundo, pierdes la compostura porque el día se torció en un momento dado, y, el pobre empleado de turno, tiene que aguantar las quejas que tanto tiempo llevabas acumulando. Y todo, porque quienes dirigen las entidades bancarias, exigen, y el gobierno de turno, les concede carta blanca a sus propuestas.

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