Primerizos

    30 oct 2020 / 16:41 H.
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    Hay que reconocer que algunos jóvenes escritores primerizos parecen estar más pendientes de la publicidad, los premios, o la gloria, cuando su objetivo primordial debería centrarse en conseguir una obra de calidad. La necesidad económica también está ahí y no se puede soslayar. Pero el triunfo genuino no lo dan los jurados ni los premios sino los lectores. Y los lectores también se equivocan. Y el éxito no siempre es coincidente con la calidad. Aparecer en los medios de comunicación es un objetivo para vender un producto como el libro. Incluso le ha pasado a escritores célebres, como Umbral (con su emblemático “he venido aquí a hablar de mi libro”). Por desgracia, el reconocimiento no siempre coincide con la publicación de una obra, este hecho está influido por las modas, los valores imperantes, la política, las oportunidades y un largo etcétera. La obra de Góngora tardó varios siglos en ser reconocida. La poesía de Bécquer, el mejor poeta del siglo XIX, pasó inadvertida en su momento. El escritor, pues, no está obligado a ser un santo pero tiene que tener muchas virtudes, como el trabajo, la perseverancia, la humildad, y sobre todo la paciencia, muchísima paciencia.

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