Pongamos que hablo de María

    19 may 2021 / 14:01 H.
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    Lleva más de un año trabajando sin parar, al límite, cada día en una trinchera; antes alternaba la pasiva espera en una lista —a la que le costó acceder— para prestar servicios a salto de mata aquí y allá, por días, horas o, lo mejor, meses. María es enfermera de cualquiera de nuestros pueblos con empleo precario a quien la pandemia le ha cambiado la vida; de la alternancia pasó a primera línea de combate, no en las mejores condiciones; ella y sus “compis” encontraron protección en grandes bolsas recicladas de recogida de “sucio”; a la fuerza, se convirtieron en madres, esposas, hijas, nietas de pacientes, siempre ángeles; cuando aflojó la tensión en los centros, volvió de un lado a otro a poner vacunas a destajo en cualquier sitio. Todo el mundo habla de ellas, marcas, nombres, efectos nocivos, critican, asustan, intrigan, manipulan. A ella no le importa tanto ruido estéril, órdenes y contraórdenes; simplemente asume su riesgo y las pone donde la mandan, y en cada hombro asustado que le presentan ve con ilusión uno menos en la UCI, otro que sale de las garras del bicho; por eso, con cada leve pinchazo —muchos al cabo del día— tras la mascarilla, sus bellos ojos azules, sonríen. (A MJGA).

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