Pobre Jaén churreteada

08 may 2019 / 11:47 H.

Es difícil asimilar que nuestra ciudad sea considerada la ciudad más sucia de toda España. Tan censurable mérito es un distintivo muy hiriente para nuestra autoestima y demasiado lesivo para nuestra debilitada imagen turística. En un primer momento, sentí una enorme indignación, especialmente, contra nuestro Ayuntamiento, por no ser firme en la exigencia del cumplimiento normativo dirigido a obligar a la ciudadanía a cuidar de la ciudad, y en el cumplimiento contractual de la empresa encargada de los menesteres de limpieza urbana. Existen instrumentos normativos locales propicios para ello, y son contadas las ocasiones en las que se hace uso de los mismos. Reconozcámoslo, los humanos, unos más que otros, cambiamos nuestras costumbres y hábitos, en la medida en la que nos atacan a nuestros bolsillos. Hace años, cuando salió la normativa que nos obligaba a circular con el cinturón de seguridad puesto, todos protestamos alegando incomodidad y entorpecimiento. Pero las numerosas multas impuestas por su incumplimiento han hecho que hoy en día, todos hayamos asumido tal acto, como algo natural. Y, no hace tanto, salió la normativa que prohibía fumar en sitios cerrados. Las protestas y enfados contra tal prohibición fueron numerosos, pero hoy en día ya son más los que agradecen que cuando se sale de cañas, no se llegue a casa con la ropa preparada para irse al tendedero, por el insufrible olor a tabaco. Más tarde, aquella indignación también la experimenté contra todos los jiennenses, vecinos, amigos, compañeros y familiares, que tratan a las calles de nuestra ciudad, de diferente manera a cómo cuidan el salón de sus casas. No me creo que el suelo de sus hogares o de sus oficinas, sea el destino de sus chicles, escupitajos o colillas. Es cierto que cada vez son menos los que, paseando al perrito de turno, remolonean con la bolsa en una mano, y el móvil en la otra, mientras disimulan, esperando que termine de pasar la persona que transita cerca y así largarse rápido de la zona, sin recoger el excremento correspondiente. Y cierto, también, que cada vez son más los vecinos que salen a la calle, acompañados de una botella de agua jabonosa. Pero, para aquellos incívicos que aún no se han educado en la convivencia ciudadana y en la limpieza urbana, va siendo hora de que se les vaya aplicando las ordenanzas existentes, para que cunda la voz entre sus semejantes.