Pelos en la gatera

    28 jul 2019 / 11:23 H.

    E l cortante sonido de los “noes” y el soplo de las abstenciones flotan todavía en el hemiciclo, en ese reducto en el que se dirimen mociones, debates e investiduras. Un candidato, Pedro Sánchez, ha sido apeado del camino al gobierno por una concatenación de errores, mala gestión del proceso, egos exacerbados, negociadores soberbiamente inexpertos, choques personales, desconfianzas mutuas y desconocimiento de lo que realmente significa formar parte del gobierno de la nación.

    Todos pierden. Todos se han dejado, como afirma el dicho popular, “pelos en la gatera”. Tras los golpes de efecto por parte de la cuarta fuerza en votos, Podemos, aparcando a su líder en las negociaciones, aparece el truco y nos enteramos de que la condición sine qua non era aupar a su querida esposa a la vicepresidencia. Una línea roja que los socialistas debían aceptar para seguir, a pesar de que se les exigía no poner, a su vez, límites ni vetos. El sendero de los sillones acababa de abrirse. Cinco poltronas ministeriales con poder absoluto en cuanto al manejo presupuestario. Cinco puertas al desafío de colocar en aspectos sensibles a personajes sin experiencia alguna en gestión. El programa, el contenido, pasaba a ocupar un discreto segundo plano. Primero coloquémonos, pensaron, y luego ya iremos viendo. El reto llegó a explicitarse en un vergonzoso aserto: “O se acepta nuestra propuesta o nunca será usted presidente”.

    Mientras tanto, fuerzas satélites revoloteaban a la caza y captura de alguna que otra prebenda, léase aumento de financiación, apoyo a ideas secesionistas o inyección en infraestructuras. Tú me das y yo te voto. Así de claro. Un tercer ejército acampaba cerca: el de los que, con su apoyo podrían desactivar a esos satélites. Pero tampoco se vislumbró que acercaran posturas, bien por la inacción del candidato o por lo contrario: su coqueteo con el otro lado.

    Ofertas y negativas se sucedieron en un tiempo exiguo dando pie a un espectáculo lamentable en el que siempre ha pesado más el prestigio de la poltrona que el desarrollo de políticas para el bien del ciudadano. El orificio de la gatera ha quedado plagado de aspiraciones desmedidas, de peticiones insatisfechas, de endiosamientos vacíos, de orgullo fatuo. Quizá en septiembre alguno de sus actores ya no esté en el listado de protagonistas y haya quedado tocado por el peso del error cometido. Quizá solo quede como último recurso volver a llamar a las urnas. O tal vez no. No es el verano la mejor época para reflexionar pero ¿quién sabe?

    Todo el espectro político nos ha dejado el amargo sabor de la desesperanza, de no haber sabido manejar el legado de unos votos que les ofrecimos. Y, como dijo el clásico, habremos de demandárselo.