Peligro de extinguir lo bonito

    07 ago 2019 / 10:24 H.

    Delante de mis ojos tengo una foto en la que una persona, con sus pinturas de grafiti, escribe sobre un muro la siguiente frase: “Somos una especie en peligro de extinguirlo todo”. Acostumbrados estamos a leer “especie en peligro de extinción” cuando nos referimos a especies animales o vegetales, y parece como que la responsabilidad se difumina y nada tenemos que ver en dicha extinción. Razones no faltan y es urgente que tenemos que cambiar la mentalidad para cuidar nuestra casa común, la Tierra, si queremos que nuestros hijos hereden un planeta en el que se pueda vivir dignamente; cada uno con sus pequeñas acciones, los gobiernos con sus grandes proyectos. Es cuestión de un acto de amor por la vida. Pero además existen un montón de situaciones en las que somos directamente responsables de extinguir todo aquello que impide las relaciones cordiales con los demás, situaciones que, según nuestra actitud, pueden ser agradables o convertirse en un auténtico infierno. Si hablamos de familia, el índice de divorcios y su gestión está provocando demasiado dolor en sus miembros, cuando existen herramientas para reconducir e incluso reconquistar el amor; si hablamos de amistades quizás sobren los juicios y nos falte el respeto y la comprensión para entender y conservar esa amistad que tanto bien nos hizo; si hablamos de trabajo quizás nos sobre esa visión de carga pesada diaria y nos falte el entusiasmo por ofrecer un mejor servicio de más calidad; si hablamos de política sobran los intereses personales y partidistas, y falta el afán por el bien común; si hablamos de religión quizás nos sobre sentirnos muchas veces pequeños dioses y pequemos de falta de servicio, entrega y misericordia. En cada una de las situaciones diarias que vivimos podemos ser un peligro para extinguir aquello bonito que surgió, acabar con un sueño logrado o incordiar por envidia malsana. De nuestro obrar depende que la balanza se incline por construir o destruir. Y digo yo, si estamos de paso, no es lo mismo dejar huellas bonitas que cicatrices dolorosas. Lo primero es un acto de amor por los demás.