Paradigma

    08 may 2020 / 16:34 H.
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    Lo bueno, dicen los optimistas, es que durante el enclaustramiento (anda que no mola más que confinamiento: si nos enclaustramos nos convertimos en monjes anacoretas en pos del nirvana; se confina a un criminal) hemos tenido tiempo para encontrarnos a nosotros mismos. Hemos tendido hacia la esencia del alma, a la vez que hemos cultivado el cuerpo con disciplina militar. Según esta teoría, las empresas habrán escarmentado sobre el devastador efecto de la globalización y darán paso a una práctica sostenible y local; de las chimeneas de las fábricas ya no saldrá humo pestilente y denso, sino vapores de perfume oxigenado. Con optimismo pueril se habla del cambio de paradigma que se producirá tras la pandemia. Y aquí es donde yo debería rematar el artículo con una lindeza apocalíptica de las mías... a la luz de tanta palabra griega, no obstante, voy cargarle el sarcasmo a Leonard Cohen, quien se enclaustró en una pequeña isla del Egeo en los sesenta. Solo la abandonó diez años más tarde, cuando instalaban los primeros postes de electricidad. Supongo que intuyó que la isla perdería todo su encanto, aunque se fue con “Bird on the wire” en el zurrón y una jugosa declaración: “Mr. Cohen, ¿que cambió en la isla?” “El bronceado, tal vez”, respondió. “Y ya no queda ni rastro de él”.

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