Panorama político

    10 jun 2019 / 10:01 H.

    Me pongo los prismáticos y oteo un panorama más bien feo y negro como ese grajo encaramado a un poste de la red eléctrica. Este patio de monipodio más parece una jaula de grillos trasnochadores que le cantan a esta luna de azúcar y canela, tal como diría el bobo y cándido poeta, que está menguado, porque le da vergüenza mirarle a los ojos a estos políticos díscolos y cambiantes como los camaleones. No se ponen de acuerdo: hoy dicen una cosa y, a la vuelta de la esquina, dicen lo contrario. Son parlanchines y jaleosos como esas cotorras que han superpoblado la costa malagueña, ahuyentando a los graciosos gorriones, patrimonio natural de esta España. Los políticos, tengo que decirlo, viven del cuento, sin ser los hermanos Grimm, Andersen o Calleja, aunque esta fuera una editorial dedicada a publicar estas leyendas tan divertidas para la infancia o para los mayores que quieren ser niños otra vez. O se ponen los políticos de acuerdo o habrá que emular a la copla que dice: “Si yo tuviera una escoba, cuántas cosas barrería”. En política vale todo, diría alguien, pero no estoy de acuerdo: el político está para defender, sobre todo, los intereses generales, no los particulares.