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Siempre se ha dicho que, a mar revuelto, ganancia de pescadores. Y el mar por el litoral español, está más que revuelto. Yo diría que hasta enfangado. En unos días empezará la azarosa vorágine de los partidos políticos porfiando y enseñando sus programas, tratando de convencer al pobre ciudadano al que todo le produce ya un hartazgo inconfesable. Pero seguimos en la brecha hasta ver si de una vez por todas, España alza el vuelo que buena falta le hace. También me ha llamado la atención desde los acontecimientos últimos en Cataluña el verla arder, por los mismos que se dicen catalanes y quererla. Hago una vaga reflexión y me digo: ¡Cómo somos los andaluces! Quiero señalar el talante sufrido e inteligente del andaluz. Solo comparando se aprecia el realce o la nimiedad de las cosas. Cómo abrazamos nuestras desgracias, cómo las rumiamos y la llevamos a lo más hondo del alma, aunque reventemos de dolor. No somos para nada separatistas. Tampoco nos tenemos por mejores, ¡siendo el andaluz tan grande! Somos un pueblo noble, sensible, que acatamos las dobleces que nos trae la vida y los corregimos en soledad. No nos gustan las trifulcas. ¡Qué orgullo siento por estas tierras!, ¡Qué hermosas son y que grandiosa es España! Me sale la vena patriótica, ¿será por lo vivido en Cataluña?

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