Noche de los criterios rotos

16 jun 2020 / 16:51 H.
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Es una de esas noches de disturbios. Uno cree que nunca le afectarán este tipo de situaciones, sin embargo es triste comprobar cómo los altercados se suceden y se extienden, llegando incluso a afectar a los amigos, y a la gente cercana. El detonante es la enésima polémica de la actualidad social o política, magnificada por la presión de tal o cual plataforma mediática. Es una de esas noches de los “criterios rotos” en la que individuos y grupos recorren los muros ajenos con la intención de censurar, de criticar o incluso de insultar a todos aquellos que no están de acuerdo con su verdad absoluta, y si fuera posible disfrutarán enzarzándose en una buena bronca, lo más ruidosa posible. Yo, personalmente, soy de los que intentan evitar ese tipo de confrontaciones, sin embargo me da rabia comprobar a qué grado de crispación se está llegando ahí fuera. Frente a mí, en un muro vecino percibo rastros de pelea. Hay propaganda política arrancada y pintadas ofensivas y amenazadoras. Asisto a un fuerte intercambio verbal en otro espacio cercano. Está siendo una noche repleta de choques. Por todo mi trayecto descubro muros asaltados por visitantes no deseados, que arrancan ladrillos y se los arrojan a su rival que se defiende a su vez con rabia.

Por las grietas de algún otro muro veo cascotes y señales de lucha. Me alejo para no ser víctima del intercambio de pedradas. Y sin embargo no puedo evitar sentir un creciente deseo de intervenir. Asisto a provocaciones que hacen que crezca mi indignación, pero la prudencia me lleva a considerar que es mejor no echar más leña al fuego, bastante caldeado está ya el ambiente. Sin embargo me incomoda el tono de algunas voces, e incluso me planteo la posibilidad de intervenir. ¡Por qué no! Creo que sería capaz de expresar un punto de vista razonable, capaz de aportar una visión diferente. Sí, creo que lo voy a hacer.

Rebusco en mi mochila con la intención de extraer de su interior mi “criterio propio”. Lo extraigo para ponerlo en funcionamiento, pero de pronto un intercambio de insultos especialmente encarnizado, que tiene lugar frente a mí, me lleva a optar por la cautela. Amedrentado por la violencia del choque me guardo mi “criterio propio” en el bolsillo. Lo toco de vez en cuando mientras leo, en los muros que recorro, las consignas enfrentadas. Y mientras culmino mi trayecto percibo algunas miradas críticas. Perfiles que me observan con gesto de desconfianza. A pesar de todo regreso a mi espacio sano y salvo. Aquí mi muro me protege. Abro las ventanas, entran corrientes agradables, de procedencias diversas. Extraigo mi “criterio propio” del bolsillo y lo guardo en un cajón de mi armario. Confieso que huele un poco mal, debería sacarlo al exterior de vez en cuando. Necesita, sin duda, que le dé, más a menudo, el aire. Cansado de conflictos, decido marcharme de este muro virtual, de mi perfil de redes sociales. Decido salir a la calle, a la de verdad. Fuera de los muros de mi casa todo parece tranquilo, menos mal. Camino mucho más relajado. Me da el aire. Todo está bien. Creo que debo salir a pasear más a menudo. Inspiro (en la medida que mi mascarilla me lo permite) una gran bocanada de alivio. Toda la gente parece amistosa en el mundo real. ¿Por dónde caminarán los agresivos virtuales?



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