No “me gusta”

    09 sep 2019 / 09:00 H.

    Hace tan solo unos días se confirmaba el fallecimiento de la esquiadora Blanca Fernández Ochoa. Una muerte que ha conmocionado a la sociedad española y de la que se van conociendo algunos detalles que alimentan el morbo de la sedienta prensa sensacionalista, siempre ávida de contenidos poco amigos de la ética. Pero con independencia de esta mala noticia, que me entristece por tener relación de amistad con algún miembro de su familia, lo que de verdad me ha llamado la atención y que es objeto del contenido de este artículo de opinión, ha sido la circunstancia de que cuatro días después de su desaparición, aparecía un “like” de Blanca en la cuenta de Instagram de su hija. El “like” a la foto proveniente de la cuenta de la esquiadora no cuadraba con los hechos que la policía manejaba en la investigación y en su momento añadía más extrañeza al caso, hasta el punto de que hubo de ser su propia hija, la que explicara que ese “like” lo dio ella misma desde la cuenta de su madre. El por qué usaba el Instagram de su madre si hacía cuatro días que no tenían noticias de ella, es una cuestión que responde al más absoluto ámbito de la privacidad y con la que no se deben hacer ejercicios populacheros. Sin embargo, este hecho sí que despierta en mí la absoluta preocupación por una realidad que está afectando hoy en día a muchos de nuestros jóvenes y que tiene que ver, con la absoluta obsesión en que para éstos se ha convertido el número de “me gusta” que obtienen sus publicaciones en redes sociales. Se habla ya incluso de la Generación Like, jóvenes que han crecido paralelamente a las redes sociales y que han adoptado los corazones y los pulgares hacia arriba como símbolo de reconocimiento e incluso de autoestima. Son jóvenes para los que el mundo digital llega a tener tanta o más importancia que la vida real. La realidad es que el “like” se ha convertido en un símbolo de valor y reconocimiento social. Esta generación piensa mucho en los resultados del contenido que publica e incluso considera un fracaso no alcanzar los esperados. Expertos psicólogos y sociólogos especialistas en redes sociales, reconocen que estas plataformas utilizan esa necesidad de aprobación como un reclamo para los usuarios que acuden buscando comunicación, comprensión o apoyo; además de provocar actitudes destructivas al comparar su popularidad o su aceptación con la de otros usuarios en base a los “like” que reciben sus publicaciones. De hecho, en una encuesta publicada por la prestigiosa Royal Society for Public Health en Reino Unido, este tipo de reacciones “desata una actitud de comparación y desesperación entre los usuarios jóvenes”. Facebook por su parte, siguiendo los pasos de Instagram, quiere ocultar el número de likes en su plataforma pese a que hasta la fecha han sido estos “me gusta” los que han venido demostrando el enamoramiento de los usuarios con ciertas publicaciones, convirtiéndose en una referencia del éxito que tienen ciertas marcas, influencers o incluso como referencia de medición del éxito desde el punto de vista de las estrategias de marketing digital de las empresas. Facebook entiende que esta medida —que consiste en que los seguidores no podrán ver los likes en total que ha recibido la publicación, pero los usuarios aún podrán ver el recuento total de “me gusta” que ha obtenido cada uno de sus posteos en la red social— podría disminuir la presión social y la comparación de popularidad que se da entre sus usuarios. Aunque detrás de esta propuesta, existe un objetivo claramente mercantil, que tiene que ver más con la rentabilidad financiera de la plataforma y no tanto con una medida paliativa que pueda reducir algo la ansiedad social por los likes. Pero este asunto daría pie a una reflexión diferente. Por el momento habremos de interiorizar que las redes sociales forman parte de nuestra vida, todos nos aprovechamos de ellas y nos pueden ayudar muchísimo si hacemos de ellas un uso responsable, estratégico y moderado.