No hay más preguntas

    30 ene 2022 / 16:34 H.
    Ver comentarios

    En el tratado de mundología que vengo manejando desde que soy consciente de mis carencias congénitas o adquiridas, no aparecen resueltas aquellas incógnitas esenciales que cualquier ser humano medianamente racional se plantea desde la noche de los tiempos. Es decir —si hay algo que decir— se asume con fatalidad que ya sabemos que no sabemos, a partir de aquí todo es pura conjetura, artificios para combatir el miedo y la perplejidad que nuestra propia ignorancia nos procura. A raíz de esta afirmación, del todo personal y un tanto errática, tan sólo cabe concluir que cada uno se ilumine como pueda, y que se arrope ante las inclemencias trascendentales de la existencia como cada cual crea conveniente, pero eso sí, sin achuchar y sin tirar de la manta para el regazo propio, que hay manta para todos aunque no alcancemos a verlo ni entenderlo. Son premisas elementales, o así lo parecen, de fácil entendimiento y resolución, no hay que filosofar, no habría que especular, pero un velo misterioso nos ciega, por muchos satélites que enviemos a la órbita terrestre para estudiarnos o entendernos desde arriba, por más cohetes que enviemos a la Luna o a Marte. Pero dejando a un lado estas interrogantes tan fundamentales (¿qué hago yo aquí en este mundo y con estos pelos?) y aún sin solventar, que sólo pueden traer más confusión de la que tenemos, pasemos a publicidad. Ya de vuelta podríamos analizar, en un tono menor, distendido y sin mayores pretensiones, algunas de esas banalidades, nimiedades y demás bagatelas que adornan esta vida que nos bebemos a morro, y que no por ser de una relativa menor importancia dejan de ser molestas, abusivas e irritantes como chinche peregrino en bragueta. Desconozco si ustedes comparten esta dolencia, que a nivel personal me está procurando serios conflictos de autoestima. Y es que resulta que yo me fijo mucho, cual mochuelo avizor en su rama de olivo, pero no entiendo de la misa la mitad o menos. Y observo, por ejemplo, que la banca, los banqueros en definitiva, recién rescatados de sus propias miserias, están cerrando sucursales, restringiendo horarios, obstaculizando servicios, anulando cajeros, prejubilando empleados, multiplicando comisiones, y formando colas petitorias en mitad de la calle en las pocas oficinas que tienen abiertas. Se sabe que no son un servicio público, ni hermanitas de la caridad, pero esto ya es limpiarse en los cortinones delante de nuestras narices, evidente desfachatez amparada hasta ahora por todos los gobiernos. Que me lo expliquen. Otra curiosidad, por llamarlo de alguna manera, es la continuada información, casi diaria, que ahora nos ofrecen sobre las fluctuaciones en la carestía de la luz, y la guardia y vigilancia de los horarios de consumo para, de alguna manera hacernos responsables de algún tipo de derroche o mal uso. ¿Qué se pretende? , informarnos, exasperarnos, o sencillamente burlarse con descaro del engaño trilero a que nos tienen sometidos. Que me lo expliquen. En definitiva, volvamos a la casilla de salida.

    Articulistas