No es el momento

    14 ago 2020 / 13:52 H.
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    Con este calor que padecemos no hay más remedio que tomarse un descanso y ponerse a la sombra para refrescarse un poco y aclarar las ideas de cara al próximo curso, así al menos lo han entendido nuestros representante políticos que se han ido de vacaciones como si tuvieran todos los deberes hechos, y digo yo, que irse de veraneo con la que está cayendo puede incluso ser un insulto para una gran parte de nuestros conciudadanos que se darían con un canto en los dientes si consiguieran un empleo para poder trabajar en lo que sea, y así conseguir un sueldo con el que atender a las necesidades de sus familias. Hoy he leído un artículo algo tendencioso en el que se acusa al Gobierno actual, al anterior y a todos los autonómicos habidos y por haber de practicar el despilfarro más absoluto y gastar sin la más mínima planificación, de tal modo que los recursos que se ponen a su disposición por medio de los impuestos no llegan a dar satisfacción a las necesidades más apremiantes de esta sociedad. Se está derrochando, cuando lo que se necesita es ahorrar e invertir con criterio y eficacia. De hecho, se ha extendido la perversa idea de que a la mayoría de los políticos actuales lo único que les importa es mantenerse en el poder y seguir con su labor de zapa para lograr el desmantelamiento de las estructuras de un Estado herido, al cual representan, pero con el que no sienten identificados.

    La situación es caótica y todos los esfuerzos deberían ir dirigidos a gestionar de manera eficaz los escasos recursos que están a nuestro alcance para conseguir atajar los problemas más acuciantes, tales como controlar la pandemia, fortalecer la sanidad pública, robustecer el tejido productivo, crear condiciones de estabilidad social para restablecer la confianza de los inversores y comenzar a crear empleo, reducir el gasto público adelgazando la administración para agilizar la toma de decisiones y ser eficaces en el servicio al ciudadano, fomentar la unidad de acción, la colaboración entre los partidos políticos y el trabajo en común a todos los niveles para conseguir mejores resultados en educación pública (urgencia de una ley de educación consensuada), inversión en infraestructuras industriales y de comunicaciones, creación de riqueza y distribución justa e igualitaria de impuestos y beneficios entre todas las comunidades con atención preferente a la justicia social y a la igualdad de derechos y deberes para todos los españoles.

    En lugar de atender a todo lo anteriormente expuesto y dedicar nuestros mejores esfuerzos a luchar por un futuro diferente, más igualitario socialmente y mejor para todos, esta generación de ambiciosos y descerebrados políticos, que ensucian con su presencia y sus hechos las siglas de partidos honorables y honorados por el trabajo de anteriores generaciones de personas de gran valía y sentido de Estado que supieron en momentos muy difíciles acordar un marco constitucional en la que todos tenemos cabida y posibilidades de luchar por nuestros ideales de manera leal y constructiva, se dedican a socavar la estructura y atacar de manera soterrada o directa a instituciones clave en nuestra democracia.

    La situación actual es muy delicada y, a pesar de la legitimidad de todas las opciones siempre dentro del marco de la ley, quizás no es se dan las circunstancias adecuadas para plantear una reforma del modelo de Estado que implica conseguir consensos muy amplios que ahora no están al alcance de ningún grupo político. Agitar a la sociedad por medio de las redes sociales, los medios de comunicación e incluso la propaganda directa desde ciertos estamentos de gobierno, magnificando los posibles fallos de un Rey que, siendo eficaz y valioso para alcanzar y mantener la democracia, quizás no ha conseguido ser del todo ejemplar, y aprovechando esa circunstancia poner sobre el tapete político la disyuntiva entre Monarquía y República no parece ser hoy la mejor opción, en primer lugar porque hay asuntos mucho más acuciantes a los que atender y además porque ese problema, que de hecho hay que reconocer que existe, siempre ha sido un motivo de desencuentro fatal para este país donde sobran las soflamas que provocan división y faltan ideas que invoquen unión de criterio y objetivos compartidos. En resumen, no es el momento.

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