Navaja
en mano

14 dic 2018 / 11:52 H.

Hay mucha gente muy progre y muy moderna rasgándose las vestiduras por lo que ha pasado en la cocina andaluza. A mí mismo se me ha indigestado, así que ya se me puede adjetivar al gusto: quien me quiera al punto, que venga a mi encuentro con pistola y que haga lo que tenga que hacer por haber dicho que ya está bien: 36 años a los fogones son demasiados, sobre todo si hacemos caso a esa gran verdad que parece olvidarse cuando uno se mira el ombligo desde la cúspide: que el poder es una puta sumisa que se arrodilla ante quien lo ejerce. En caso de que me prefieran muy hecho, piensen que pienso que los votantes de la ultraderecha prescinden consciente y dolosamente del concepto de anchura del mundo: pelearemos, supongo, con las manos desnudas. Ahora bien, quien me quiera poco hecho (algo a lo que cada vez se atreven hoy en día, no sea que se les tache de exaltados en la mesa), que me espere en cualquier callejón oscuro de la ciudad ajena, navaja en mano, porque alguien tiene que decirlo: lo que falla es nuestra democracia, que puede que sea el sistema de cocción menos malo, pero que no tiene sentido si tan solo exige del pueblo que elija cada cuatro años entre quienes harían lo que fuera a cambio de poder, ya sea por condición, obra u omisión. Sígase la metáfora.