Naturaleza o virtud

    22 mar 2022 / 17:02 H.
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    De joven estudié que Rousseau, en su obra “Emilio o De la educación”, afirmaba que el hombre es bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo corrompe. Y yo, víctima de una cándida ingenuidad que me duró más de lo pertinente, lo creí con rotundidad. Sin embargo, un paseo por la historia nos muestra un rostro más amargo, menos virtuoso. Guerras santas, genocidios, personajes siniestros que lanzan sus ejércitos a degüello después de pactar una tregua, violaciones, destrucción, sufrimiento y lágrimas. Esas cosas que, en palabras de Lawrence Durrell, “los niños presencian o acumulan para fortalecer o desorientar sus vidas”. Maldad y miseria con la excusa de una justicia falaz, espuria, cuando no es sino ansia de poder y, sobre todo, de dinero, el poderoso caballero que inmortalizó Quevedo. No, el hombre no es bueno por naturaleza. El hombre es bueno o malo según su naturaleza, abundando más lo segundo que lo primero. Y, lo que es más grave, al malo la sociedad lo empeora y al bueno lo fustiga. Además, entre los malos, los hay locos. Locos perversos, peligrosos. Locos que matan, de uno en uno, con sublime armonía y empeño, o que gustan de acabar con muchos a la vez. Locos de atar y locos que atan, que masacran, como Putin, el hijo de.

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