Muy señor mío

    04 nov 2021 / 19:35 H.
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    Habían dispuesto dos reclinatorios de damasco en el lado del evangelio para que diera cumplimiento al precepto dominical con su esposa. En llegando la colecta, el “muy señor mío”, desde su impresionante altura de casi dos metros, sacaba como si nada sacara la billetera de piel, donde hurgaba, hurgaba y hurgaba hasta dar con el billete de mil pesetas, aireándolo “ad altum”; y, tras comprobar que era bien visto por todos, lo soltaba dejándolo caer a su amor, con parsimonia y a tramos, como vuelan las mariposas, hasta descansar graciosamente en la cesta petitoria ¿Qué hará el cura con tanto dinero? ¡Ni una perra gorda! Antes del “ite missa est” el sacristán recogía el billete y lo devolvía con discreción a “muy señor mío”. Así vino siendo hasta el último domingo de Pascua. Ese día el cura se armó de valor, detuvo el culto, fue a la cesta petitoria, cogió el billete y con gran ostentación lo devolvió a “muy señor mío” indicándole, con el brazo extendido y el índice en posición erecto-horizontal, donde estaba la salida del templo. “Muy señor mío” tomó a la señora del brazo y salió. No volvió a misa ni a dirigir la palabra al cura, quién, como estaba previsto, se jubiló el mes siguiente.

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