Muertos vivientes
Estamos muertos. Vivientes, eso sí, zombis sin quererlo saber que con nuestra mera presencia ya contagiamos a quienes se nos crucen por delante. Es letal. Mentamos a todos los santos y todos los difuntos y los honramos con flores, luminarias y hasta acercándonos a sus moradas postreras, pero no sabemos (o lo sabemos y lo ocultamos) que los verdaderos difuntos somos nosotros. Y es que nos han contagiado con su ponzoña seres a los que les va su vida en acabar con la nuestra; que nos rodean y nos dejan sin escape en persistente ataque hasta que nos hacemos como ellos (y les seguimos en su terrorífica acción destructiva). Como ya no podemos pensar por nosotros mismos seguimos el mandato de esos horribles líderes, que con poco esfuerzo nos inundan con su ponzoña. Entre ellos aparentan enfrentamiento, lucha por conquistar más espacios infectados, pero somos nosotros a quienes utilizan para ello en una lucha a veces sin cuartel donde nos dejamos el residuo de alma que nos quedaba. Zombis que quedamos nos llevan y nos traen en infernales procesiones cual cuadro de Pieter Bruegel.