Monólogo de la Dama Íbera

03 abr 2018 / 08:54 H.

Hola, ¿qué tal? Espero que estéis disfrutando vuestra visita al Museo Íbero. Ha quedado genial, ¿verdad? Todos los espíritus íberos que habitamos este lugar estamos de acuerdo en afirmarlo. Os estaréis preguntando quién soy yo. Pues una Dama, pero no de esas que movéis en un tablero, conmigo no se juega, y no soy manipulable. Soy una Dama Íbera y en nuestra cultura las mujeres teníamos mucha más presencia de la que pensáis. De hecho hay quien dice que la nuestra era una sociedad matriarcal, yo no diría tanto, pero lo que sí es cierto es que nosotras éramos las transmisoras del legado familiar. Aunque algunas hemos tenido peor suerte que otras con el tema de pasar a la posteridad. A mí me hicieron una escultura preciosa, mejor que algunas que se han llevado la fama, por gozar de más suerte o ser más resistentes. Pero os aseguro que mi figura era más elaborada, incluso, que la Dama de Baza, y mis rasgos eran más expresivos que la mismísima Dama de Elche, pero el paso del tiempo no ha tenido piedad con mi elaborada representación, y mientras otras esculturas, como las citadas, han perdurado y están cotizadísimas y los turistas les hacen montones de fotos y aparecen en revistas de todo el mundo, a mí me han relegado casi a la ignorancia. Ay, qué penica, solo porque me faltan tres cuartas partes de mi ser. Y es que, aunque aquí ahora me ven reencarnada, mi estatua que se encuentra en aquella vitrina, ha quedado algo incompleta. Pero como pueden observar, si se acercan al expositor, se intuye la genialidad de mi porte y la gracilidad de mi pose. Bien es verdad que me faltan la cabeza y las extremidades, pero bueno, son detallicos sin importancia que se pueden suplir con un poco de imaginación, ¿no?

Sin embargo no tengo motivos para quejarme. Todo lo contrario. Me siento una privilegiada por estar aquí con vosotros en este magnífico Museo. Sobre todo después de lo que he tenido que soportar durante tantísimo tiempo. Es terrible sentir el peso del olvido, toneladas de tierra rodeándote, durante tantos y tantos años, que llegas a dudar que existieran alguna vez las palabras y los hechos que conformaron tu existencia, porque la realidad que perdura en tu destino subterráneo, es el desdén acumulando nuevos estratos de oscuridad sobre tu desmemoria, que yace inmersa en un silencio de siglos, condenando a tu historia a la irrealidad más sombría. Pero de pronto un día, contradiciendo a la lógica, se produce el milagro que desafía a la providencia, y tras dos milenios de oscuridad absoluta, la luz cegadora te empapa y revitaliza, porque la maravilla de la arqueología es capaz de resucitar nítidos fragmentos de toda tu realidad. Por eso podéis escuchar ahora nuestra voz. Porque somos, otra vez, parte de la vida, y de algún modo, pisamos la tierra que tanto pesa, y que nos rodeó largos siglos con toda su inmensa carga, y que ahora sentimos, con alivio, bajo nuestros inmateriales pies. Y nos complace volver a formar parte de este territorio que un día nos perteneció y que a través de las generaciones vosotros habéis heredado, y es que gracias a vuestro afán por conocer, nos habéis ofrecido una segunda oportunidad para poder compartir nuestras milenarias historias con vosotros. Estamos más vivos que nunca por la magia de vuestra curiosidad.