Miguel Cidraque

    04 oct 2021 / 17:10 H.
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    Hay un niño en Villacarrillo que toca la guitarra como los ángeles. Repollo le llaman. Lo trajo al mundo Miguel Cidraque. Tal vez de ahí le venga su flamenco. Miguel es mucho de hablar de temas trascendentales cuando parece que se está tratando otro tema importante, y quizá en ese momento álgido, único, se detuvo a mirar las manos del bebé y éstas le recordaron otras manos, otra posibilidad. Bien pensado, la vida está repleta de importancias que se asemejan a esas luces que olvidamos apagar al salir de casa o al amor que ya no se hace; como la lasaña congelada que cenamos un lunes cualquiera: importante, sí, pero solo porque cumple su función: llenarnos el buche. Y de posibilidades, la vida también se encuentra hasta arriba de posibilidades que, no en pocas ocasiones, únicamente se revierten en verdad cuando alguien, un Miguel Cidraque, repara en ellas. La dificultad radica, por un lado, en el origen de esas coincidencias: un simple cuadrante de hospital puede echar al traste una carrera y, en el caso que nos ocupa: el de Repollo, los sentimientos y la emoción que genera en los demás; y por otro, en la escasez que sufrimos de Migueles Cidraques, claro. Necesitamos una escuela en la que se nos enseñe a ver como ellos, o una simple academia en la calleja de un barrio en la que huela a guiso y no a fritanga.

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