Mi nuevo currículum

20 abr 2021 / 09:57 H.
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Camino por mi currículum y constato que algo falla. Por más que me desplazo de un renglón a otro no me encuentro. ¿Dónde me habré metido? Me asomo a las fechas de mi biografía y veo que falta, junto a la de mi nacimiento, otra cifra crucial (aún por determinar), y salgo de allí con mala sensación. Llego al siguiente apartado: el listado de mis premios, y me siento a contemplarlos. Quedan bastante bien en la vitrina de mi orgullo, pero ¿para qué sirven más allá de tener que quitarles el polvo y la frustración acumulada en las limpiezas periódicas del ego?

La siguiente sección es la de mis textos editados. Crecen reclamando nuevas estanterías. Mi familia de papel. Mi obra en construcción. Ladrillos o muros o ventanas que por alguna circunstancia se han hecho visibles (aunque no sean muy transitados la mayoría). Pero existen otras piezas, incluso vigas principales, que permanecen entre los escombros.

Y en el último apartado, las puestas en escena de mis textos, espejismos de sueños (e incluso de pesadillas) que se difuminan en la memoria o amarillean en los recortes de prensa. Tan lejanos los elogios y los aplausos como la sensación amarga que a veces acompaña a alumbramientos fugaces. Entonces ¿quién soy? ¿Qué hago? No lo sé muy bien. Imagino ser alguien que practica la extrañeza, la curiosidad, la rabia y la ignorancia de un modo activo, y que vuelca todo eso, en dosis variables, sobre papeles que a veces llegan a transformarse en premios, en libros, en estrenos o en silencios.

En el supermercado del yo, las escaleras eléctricas me suben a la planta del futuro y allí todo es hostil e indescifrable. Tienes que reinventarte, me dice todo el mundo. Tu vida y tu oficio han quedado desfasados, obsoletos. Es tiempo de repensarse, de darle un giro a tu paradigma, tal vez recurriendo a las nuevas tecnologías. Puede que tengan razón. Mi vida en streaming. Debería intentarlo. Reinventarme. Deconstruirme. Me asomo a la planta de reciclaje, pero en la cinta transportadora apenas quedan huecos. En el supermercado del yo están de rebajas y hay un dos por uno en crisis de parejas.

En los nuevos tiempos hay que asumir desafíos diferentes y en la sección del cambio de paradigma (que no sé muy bien lo que significa) debe estar lo que necesito. Pero la publicidad de los modelos en stock me resulta indescifrable. El problema es que lo de reinventarse, me suena a probetas y a experimentos y yo soy de letras. Uff, qué dilema. No sé si es más conveniente renovar la patente de uno mismo o diseñar un modelo nuevo que posea nuevas prestaciones. Le tenía tanto cariño al viejo modelo. Pero los kilómetros y el desgaste de las piezas aconsejan ir pensando en cambiar. En el supermercado del yo, recorro los pasillos sin saber qué elegir. Esta noche he vuelto a tener la misma pesadilla recurrente de las últimas veces. Estoy en mitad de un cambio de paradigma y no sé cómo reaccionar, mi vieja estructura individual no es capaz de soportar los cambios y las mutaciones de todo tipo que amenazan la continuidad de mi sector laboral y personal y social. Repensarme. Esa es mi tarea para este próximo curso. Mi nuevo examen de evaluación. En el supermercado del yo hay nuevas promociones. Sin embargo me miro en un cristal y... no cabe duda... la mascarilla es el espejo del alma...

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