Mentir en política

    12 feb 2020 / 08:48 H.
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    En Europa, a diferencia de lo que ocurre en España, mentir en política es grave y se paga con el cese; lo hemos visto a diario, por citar: tres ministros de Theresa May y dos de Angela Merkel lo hicieron pocos días después de detectarse la mentira. Aquí no dimite nadie. En el actual Gobierno mienten sin despeinarse, no solo en campaña electoral que para el viejo profesor Tierno era disculpable, aunque no deba ponerse como ejemplo de una correcta ética civil; más grave es en la práctica diaria de la acción gubernamental. El bochornoso espectáculo del ministro Ábalos y su visita a deshoras a Barajas “para evitar una crisis diplomática” es el paradigma; si grave es que el Estado español incumpla sus obligaciones como socio comunitario permitiendo entrar en suelo europeo a quien está requisitoriada por la justicia —ya es suficiente— éticamente es peor que, tratando de justificar lo injustificable, se viertan sucesivamente tandas de mentiras que afectan a las líneas de flotación de la confianza que deben inspirar los servidores públicos a los ciudadanos, instituciones y países socios. Grave ha de ser la necesidad del gobierno para mentir con tanto desparpajo y más, que le salga gratis.

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