Mediocridad

    10 mar 2021 / 13:44 H.
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    En los últimos años de vida y de creación, Alberto Corazón reiteraba que “vivimos la apoteosis de la mediocridad”. Su denuncia cobra especial relevancia por la carga de autoridad moral de su autor: singular artista conceptual; pionero en la modernización del diseño en nuestro país; diseñador de logotipos inolvidables para Anaya, la ONCE, MOPU, Junta de Andalucía...; comprometido, en “aquella España de plomo”, por la lucha a favor de la libertad de expresión; creador de editoriales y revistas filosóficas; protagonista, con Tápies, en la Bienal de Venecia de 1976; y, dos años después, en la Bienal de París, con Saura; académico de Bellas Artes de San Fernando; distinguido con reconocimientos como el Premio Nacional de Diseño o la Medalla de Oro del American Institute of Graphic Art. Ante la advertencia de este intelectual optimista y constructivo, cabe preguntarse si hemos alcanzado ya el umbral de mediocridad. Algunos hechos recientes le dan la razón, como las imágenes de las manifestaciones de Barcelona con acciones violentas e incendios de mobiliario urbano; pillaje y saqueo de comercios; agresiones a policías; o atentados contra bienes culturales. Los vándalos llegaron a tirar piedras y a dañar los “trencadís” de cerámica y vidriera del Palau de la Música, monumento significativo del Modernismo, declarado Patrimonio de la Humanidad. Y todo eso, en nombre del profeta de la “libertad de expresión”, un tal Pablo Hasél, procesado no solo por injurias a la corona e instituciones, sino también por agredir a un periodista al que arrojó líquido de limpieza; asaltar la Subdelegación de Lleida; pegar y amenazar al testigo de un juicio —“te mataré, hijo de puta, ya te mataré”—; obstrucción a la justicia... Un rapero que predica una revolución sin ética ni estética. Entre sus “canciones” se cuenta “Democracia, su puta madre”; en las que expresa odio y pide la muerte de personajes públicos. Pésimo músico y peor letrista. No es Serrat ni Sabina ni Miguel Ríos. Sería un desconocido sino fuera por sus procesos judiciales. Tan mediocres como él son los jóvenes descerebrados que, en su nombre, ejercen la violencia y quienes la justifican culpabilizando a la democracia o al Estado. Frente a la “apoteosis de mediocridad”, Alberto Corazón, diseñador de extraordinarios logotipos; artista que incluye la naturalidad y el misterio en sus creaciones; advierte de que conviene distinguir entre cultura y tontería.

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