María de la O... Y de la E

    27 abr 2021 / 10:21 H.
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    Resulta interesante comprobar cómo los antiguos mitos griegos o romanos, lejos de perderse en el olvido como vestigios del pasado, desfasados y anacrónicos, permanecen impasibles, ajenos al paso del tiempo, cual modelos inmortales. Así, no es raro cruzarnos con un Sísifo que carga inútilmente su pesada piedra para, antes de llegar a la cima, perderla cuesta abajo y vuelta a empezar. También es fácil chocarnos con el prototipo de la ninfa Eco, que más que hablar solo acierta a repetir lo último que oye, o con Pandora que, presa de la curiosidad, destapa la caja de los vientos esparciendo el mal allá por donde pasa. Pero lo más común es estos tiempos es vernos sorprendidos en cualquier telediario por el avistamiento del bello y despectivo Narciso recreándose en su belleza o en su discurso. Narciso, Narcisa o Narcise... Vaya usted a saber. Ese que, por engreído, fue castigado a enamorarse de sí mismo y cierto día, al atisbar su guapo reflejo en las aguas calmas de un estanque, tan ensimismado estaba en su hermosura que se hundió en sus profundidades para resurgir convertido en una efímera flor. Eso, bello Narciso, es lo que pasa cuando ni acabándolo en “a” ni en “e” sabes hacer la “o” con un canuto.

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