Luna llena

    19 mar 2022 / 18:04 H.
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    Un nuevo lunar acaba de aparecer en su espalda. No lo he visto, pero lo sé. Más arriba que abajo, pero en el centro. Creo. Pero no lo sé. Aunque me da igual. Nunca he visto un lunar en su espalda. Y nunca he visto su espalda. Pero la conozco. A ella. Y de ser un pequeño punto que señalaba el lugar donde mirar al más lujurioso horizonte, ha venido creciendo hasta convertirse en el dueño de todas las futuras miradas del infartado corazón que aún se arriesga, una noche y otra noche, a parar y quitarse la vida por culpa de un lunar que ni siquiera imagina. No lo ha visto pero sabe que lo tiene. Y sabe que cuando yo se lo miro a todas las horas en el primer sueño, me sonrojo, y me acobardo, un poco más cada minuto. Y no me atrevo a descubrirle lo que esconde ese nuevo punto negruzco que va a convertir en desiertos tristes todos los valles de su piel. Pero es cierto. Tan cierto como el pasado que las estrellas me muestran en las noches cortas en las que su espalda me falta. Y no duermo porque solo quiero soñar que mañana volverá con otro nuevo lunar pequeño y oscuro que convierta su espalda en un cielo blanco de estrellas negras. Hasta que todo sea oscuro y lejano. Como las arenas quemadas y heladas que cubran las futuras arrugas de los bellos valles de su piel. Y ya quisiera yo que solo fuera un sueño. Un pequeño lunar.

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