Luces de pandemia

    11 oct 2020 / 19:14 H.
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    Visionarios, pitonisas, embaucadores y fulleros de todos los pelajes y condición navegan con indolente actitud y oscuras argucias, en este proceloso mar de confusiones que estamos surcando. Son los trileros y troleros, estraperlistas, magos del truco soez y sórdido, los garbanceros de baja estofa y los malevos de alta cuna y rastrera condición, es decir, el chusmaje de siempre mimetizándose ante las adversas circunstancias. La condición humana también esta estigmatizada por desgracia con esta suerte de proceder, aunque no sea predominante, pero las consecuencias son plurales y los resultados nefastos afloran con el tiempo. No hay vacuna, ni parece que ningún laboratorio este trabajando contra este tipo de infecciones o virulencias. Apostilla el refrán popular que a rio revuelto ganancia de pescadores, y emboscados y tras nebulosa frontera los adivinaremos, que no los veremos, arrojando sus cañas de anzuelos cebados con artificios y mentiras, o arramblando con sus redes ciegas los pescados comunitarios. Al pícaro literario podríamos, de alguna manera, disculparlo de sus fechorías, pues actúa con cierto ingenio, movido por adversas circunstancias personales y ejerciendo de superviviente ante las hostilidades del mundo y sus huéspedes más afortunados, pero en modo alguno pueden ser eximidos de culpa y condena aquellos otros cuyos resortes criminales sólo están movidos por la ambición y una egolatría exacerbada. La lista de estos rufianes de alto copete es dilatada, copiosa e inconclusa, y no cabe dar nombres, ni poner ejemplos, pues sería un ejercicio agotador a la par que estéril, pues los tenemos todos los días presentes y pululantes en los noticiarios de televisión, en las ondas de radio, y en los papeles impresos de cualquier periódico, es decir, en cierto modo son populares. Y aun así, muchos de estos personajes del escandaloso patio de Monipodio, gozan de ciertas prebendas, son escurridizos, y sorprendentemente suelen disponer de complejos subterfugios para eludir el hipotético peso de la ley. La justicia que se supone nos ampara a todos por igual, y cuyo emblema es una dama con los ojos vendados, sosteniendo una balanza y una espada, se ha visto precisada por imposición de las nuevas realidades en acomodarse una mascarilla, para evitar los contagios de un nuevo virus de viejos portadores, y a consecuencia del paso inexorable del tiempo ha ido acumulando cera que ha taponado sus oídos, así pues hallase privada de cuatro de los cinco sentidos, quedando el tacto como el único disponible, y solo en la versión (debido a las nuevas circunstancias) del llamado “tacto de codos”, que según la RAE, expresa una connivencia que establecen varias personas para favorecer o favorecerse, a veces en detrimento de otros.

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