Los perrones

    17 ene 2022 / 16:52 H.
    Ver comentarios

    Propósitos y sobre todo a inicio de año, solemos tener la mayoría. La diferencia que consigue establecer minorías es sin lugar a dudas, la orientación a resultados que tienen algunas de las personas que se fijan esos propósitos o metas. A lo largo de mi trayectoria profesional vinculada al mundo de la empresa, en diferentes sectores y en posiciones en las que debía tener muy claro cuál era el objetivo final de mi trabajo, qué resultados se esperaban de mí, y cómo contribuía con mi esfuerzo al resultado final perseguido por la compañía, me he topado con infinidad de profesionales que se limitaban a cumplir con lo mínimo exigido, mostrando más interés por cumplir con normas, instrucciones y procedimientos que con ver resultados efectivos. Y me sigue ocurriendo. Personas a las que si les preguntase que para qué hacen lo que hacen, se encogerían de hombros y pondrían cara de extrañeza.

    Esta situación resulta ser un auténtico drama hoy en día. Basta con mirar a nuestro alrededor y comprobar la cantidad de personas que actúan sin un propósito claro y no suelen fijarse metas ni plazos. Además, parece haberse convertido en práctica habitual en el desempeño de muchos profesionales, el hecho de tener poca continuidad en sus actividades y la usual tendencia a abandonar ante la adversidad. Esta realidad, que más que con la pereza o la desidia, tiene que ver con la falta de determinadas competencias clave para el desarrollo profesional, se ha inoculado en el perfil de cada vez más españolitos de a pie, que en su forma de hacer y entender no contemplan el gusto o la atracción por conseguir resultados, asumir retos y responsabilidades, o el deseo de tomar iniciativas para que las cosas ocurran. Una pena, sin duda. Recuerdo que en mis comienzos huía de esos que acomodaban sus acciones e ideas a la situación, aunque eso les perjudicase, por temor al conflicto. Los colegas, a los que como a mí, nos motivaban los retos, nos estimulaban los objetivos y nos “ponían” las recompensas por su consecución, llamábamos a esos otros: perrones o gandules, sin ser del todo conscientes que nadie había trabajado con ellos, la sana competencia profesional de tener una clara orientación a resultados. Absolutamente necesaria en los tiempos que nos está tocando vivir, repletos de situaciones en las que debemos alcanzar un estándar, una meta o un logro. Es una habilidad necesaria porque está muy vinculada a la productividad personal y a la excelencia de nuestro trabajo, donde nos valoran no sólo por lo que hacemos, sino especialmente por lo que conseguimos. Ya lo afirmó Indira Gandhi cuando dijo: “El mundo exige resultados. No les cuentes a otros tus dolores del parto, muestrales al niño”.

    Por ello, es necesario comenzar a sensibilizar en nuestro entorno de proximidad, la importancia de tener orientación a resultados. Esto no es sólo para el deporte o para el departamento comercial, esto es una actitud frente a la vida. Es importante plantearse objetivos claros y visualizarlos, es necesario que los mismos sean alcanzables y resulta fundamental que los utilicemos como motor de nuestra motivación para vencer los obstáculos y las frustraciones provocadas por los fracasos que pudieran llegar. De esta forma, podremos llegar a conformar una sociedad ambiciosa que decida y que actúe, porque los resultados efectivos se producen tan sólo con la decisión y con la acción. Tenemos la responsabilidad de ser exigentes con los que estando cerca, permanecen adormecidos, acomodados o resignados. Igual que en el deporte se necesitan deportistas con hambre de títulos, y en la empresa profesionales productivos (mix de eficacia y eficiencia), en la vida se necesita estar rodeado de personas que persigan de forma tenaz sus retos y objetivos. El refranero español nos recuerda aquello de “dime con quien andas, y te diré quién eres” advirtiéndonos de la gran influencia que ejerce en el comportamiento de alguien, las compañías de los demás. Toca pues, alejarse de los perrones.

    Articulistas