Los peces en el río

    28 nov 2020 / 19:19 H.
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    Parece que la vorágine consumista, este año apaciguada “in person” pero no por los intricados vericuetos de la red, nos acerca de nuevo a las fechas navideñas con ánimos renovados y, especialmente, ansiosos por “villanciquear” con la gracia y salero que nos da el reencuentro —ahora limitado—, la ingesta de ricas viandas y el abundante “bebercio” que nos acerca a la tradicional letra del “beben y beben los peces en el río...” (Tampoco podremos darnos al alcohol, con la moderación debida, claro, en nuestros bares de cabecera, ¡ay!). Quienes sí que parece que han dado con la llave del buen beber —a sus obras me remito— son nuestros representantes políticos. Y no me refiero a ese minúsculo precio que tienen en su cantina personal del Congreso cuando dan alegrías al gaznate. No. Hablo de sus actos, acciones, expresiones y hasta subrepticias intenciones. Sin ese acopio de alcoholes de muy diversa graduación parece imposible poder imaginar que hayan cerrado sus conductos auditivos a los verdaderos problemas, a las peticiones populares, a sus necesidades, a esos anhelos que en ellos depositamos urna en ristre. Ese estado en el que vagan entre disposiciones, leyes, broncas y escarnios varios lo atribuye Javier Marías a su “sandez congénita o desarrollada”. Buen diagnóstico que podría completarse con una ración de “ansia de permanecer en el poder a toda costa” y algunas gotas de “voy a ver si araño un puñado de votos con este tema sensible”. Quizá también podríamos descubrir en el resultado del análisis algunas pizcas de “voy a dar el sorpaso a esos, ¡qué se han creído!” e incluso varios centímetros cúbicos de “oye, colócame a mi mujer, a mi amigo, a mi hermano, a mi cuñada...” en algún chiringuito, ministerio, agencia varia o asesoría como cargo de especial designación. Si a todo ello unimos la dolorosa circunstancia de que en el poder tenemos a quienes siempre defienden (sic) al pueblo desfavorecido pues la ecuación no termina de cuadrar. He ahí el difuso horizonte en el que nos movemos su miramos hacia aquellos a quienes decidimos dar un escaño para sentirnos apoyados. Por cierto, ya que hablamos de peces, hay otro dicho popular que deberíamos considerar: ¿es cierto que el pez grande se come al chico? Si echamos la vista a nuestro gobierno de coalición parece que no podríamos afirmarlo. El pez podemita es quien marca, ordena y dirige buena parte de las propuestas que nos llegan. Y nada hace el pez socialista por marcar territorio. Tampoco hace grandes esfuerzos por colocar en su lugar a peces catalanes y vascos siempre al acecho para obtener rédito a sus “síes”. Al final habremos de llegar a otro aserto: para que los “unos” triunfen solo se necesita la inacción de los “otros”.

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