Los días contados

    24 abr 2020 / 16:23 H.
    Ver comentarios

    Una mañana más nos levantamos y damos gracias a Dios porque hemos despertado y tenemos un nuevo día para seguir contando y contándolo, hecho probado que en las circunstancias actuales no deja de ser digno de aprecio y casi de admiración porque todavía estamos vivos y con ganas de luchar para sobrevivir a la pandemia. Hoy es viernes y comienza otro largo fin de semana en el que vamos a continuar contando las horas que han pasado desde que nos levantamos y las que quedan para volver a descansar, y así vamos pasando los días, contando todo aquello que se nos viene a la mente una y otra vez. De hecho, muchos nos hemos vuelto contadores por mor de matar el aburrimiento. Contando nos abstraemos de la realidad e intentamos apartar nuestro pensamiento que no nuestro sentimiento de los muertos cuyo escalofriante y mal contado número nos cuentan cada día una y otra vez. Por eso y porque no somos capaces de encontrar algo mejor que hacer en estos días interminables, la mayoría de nosotros hemos contado una y mil veces con total precisión, el número de pasos que podemos dar caminando ida y vuelta por el pasillo de nuestra casa, los escalones que hay entre cada piso del bloque, los pasos que nos hemos propuesto hacer cada día, e incluso las veces que encendemos la televisión y la apagamos hastiados de malas noticias y de escuchar las estadísticas más o menos veraces sobre la evolución de la pandemia en nuestro país y en el resto del mundo. Y hasta en los momentos de mayor hastío nos dejamos apabullar por los contadores de trolas y llegamos a creerlas porque ya estamos tan débiles que somos incapaces de discernir la verdad de la mentira más burda.

    En esta barahúnda de acontecimientos que componen una situación tan delicada y compleja, poco o nada explicada por aquellos que la conocen y al parecer mal gestionada por los que tienen la responsabilidad de hacerlo quizás no por falta de buena voluntad sino por incompetencia manifiesta, nos debatimos los mortales que confinados en nuestros hogares poco o nada podemos hacer para mejorarla, excepto eso sí, cumplir con diligencia todo aquello que nos indican las autoridades y gestionar el desánimo que conlleva nuestro encierro y nuestras escasas salidas de la mejor manera posible para intentar no contagiarnos ni contagiar a los demás, porque lo que sí es cierto y no hay ninguna duda de ello es que el virus está ahí y puede matarnos. Toda esto acaba produciendo en nosotros una marea de sentimientos encontrados que a veces deriva en malhumor y ciertos periodos depresivos que cada uno intenta combatir como mejor puede. En esos momentos de incertidumbre suelo tomar la pluma con el pensamiento para escribir aquello que me viene a la mente, y luego para materializarlo pongo en marcha mi ordenador y me conecto a la vida virtual intentando dejar de lado y olvidarme lo más posible de la realidad que soportamos cada día, esa realidad que estamos viviendo que nos ciega el entendimiento porque es tan amarga que a veces no somos capaces de soportarla y de ella nos evadimos como mejor nos parece, aunque sea huyendo a otros mundos de fantasía que cada uno se construye como mejor puede. Y sobre todo intentamos apoyarnos en nuestra familia y en nuestros amigos, porque ayuda mucho mantener la conexión más estrecha posible con los seres queridos, aunque en la mayoría de los casos solo sea posible por teléfono o videoconferencia. Y en esas estamos desde hace más de cuarenta días. No resulta fácil sobreponerse al desánimo, el miedo y el dolor que nos acongoja a todos a causa de esta pandemia que padecemos, pero es imprescindible hacerlo y seguir adelante con el mejor talante posible porque en ello nos va el bienestar, la salud e incluso la vida. Así que cada uno debe acudir a cumplir con su deber y arrimar el hombro para intentar avanzar por el camino que nos llevará a acabar venciendo a este enemigo invisible, recobrar poco a poco todo lo perdido y honrar a todos los familiares y amigos que han caído en este tiempo de oscuridad en el que ni siquiera hemos podido despedirnos de ellos. Este sacrificio que ahora se nos exige sin duda alguna tendrá sentido algún día no muy lejano. Y recordad que cada día que pasa es un nuevo paso hacia el final de esta tragedia.

    Articulistas