Los ángulos de la tranquilidad

    22 ago 2020 / 19:27 H.
    Ver comentarios

    En aquellos lejanos años ochenta Franco Battiato nos regalaba letras como esta: “Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad, en las nieblas del norte, en los tumultos civilizados, entre los claros oscuros y la monotonía de los días que pasan”. Y mientras viajábamos por ese universo ansiábamos un “Centro de gravedad permanente” que nos permitiera asentar lo que pensamos de las cosas, de la gente... Aquellos claroscuros y los tumultos no siempre civilizados parecen haberse quedado prendidos en las manecillas del reloj y giran a trompicones como si el microsurco de un antañón vinilo estuviera irremisiblemente rayado por la historia. Mas que “capitanes valerosos” disponemos de “contrabandistas noctámbulos” —sigo citando a Battiato— y los manojos de ortigas que, entre bromas, cortábamos alegremente como si fuésemos inmunes a su ponzoña nos han llenado el alma de perplejas incertidumbres, de incredulidad, de desencanto, de desesperanza ante lo que soñamos, creímos y deseamos. Fluctuamos entre esa dualidad que nos hace ser, a la vez, “hijos de las estrellas y biznietos de su majestad el dinero”. “Qué difícil es quedarse quieto e indiferente mientras todo entorno hace ruido”, decía en su “Bandera Blanca” aquel Battiato que nos inundó mientras nos avisaba de los “idiotas del horror” o de “las gallinas que se pelean por nada” en los “bajos fondos de la inmensidad”. Confiamos en los gobernantes que nos engañaron con alharacas llenándose el grito -o el vómito- con la palabra “pueblo” pero que solo aspiraban a su parcela de poder. Nos dejamos llevar por cantos de sirena que solo nos susurraban al oído aquello que queríamos escuchar olvidando que quien nos hablaba no pensaba en nosotros sino en él. Caminamos entre propuestas grandilocuentes, supuestamente igualitarias, rebuscadamente diseñadas para atraer a los que querían ser abducidos sin siquiera pararse a dilucidar su contenido y dejándose empapar de su barniz populista y vacío. Medias verdades, manipuladas hasta la náusea, nos llovieron desde lo que Battiato llama “programas demenciales con tribunas electorales” y caímos en las redes del sinsentido, en el foso oscuro del engaño consciente. “Qué difícil es descubrir el alma dentro de las sombras”. Nos queda la esperanza del último verso de esos “Nómadas” que nunca dejamos de ser: “sin ataduras del sentimiento, me iré de la ciudad, esperando un nuevo despertar. Tú que buscas la dimensión insondable, la encontrarás al final de tu camino”. Tal vez ese final se encuentre dentro de un sobre depositado en una urna añorante y encontremos la luz que nos guíe hacia esos ángulos de la tranquilidad que, hoy por hoy, solo son falsos espejismos tejidos por un falaz poder que nos embauca.

    Articulistas