Lecciones de los peques

    13 abr 2020 / 16:23 H.
    Ver comentarios

    He perdido realmente la cuenta de los días que llevamos en casa, en este confinamiento que nos está enseñando que todo aquello material que tenemos no es tan deseado como pensábamos. Soy de esas personas que no tengo terraza, ni balcón, y que por cada día que pasa parece que las habitaciones de mi piso encogen diez centímetros por día. Soy de esas personas normales que viven con ansiedad unos días y con paz otros. No soy más fuerte ni más débil. Solo soy una española más que intenta cumplir las normas, quedándose en casa. Veo a mi criatura, con sus diez años, “encerrado” en casa, y veo la fuerza que a mí me falta. Admiro cómo está llevando el confinamiento. Ahora que ha pasado la semana de vacaciones, volverá todas las mañanas a hacer sus tareas del cole, con sus muchas o pocas ganas; volverá a regatearme jugar a la play o coger la tablet para pasar un rato. Me pedirá el móvil para hacer una videollamada con sus primas o con sus amigos. Discutiremos, seguro. Nos reiremos, por supuesto. Pero lo miro y se me cae el alma de ver cómo está afrontando esta situación que a mí, en ocasiones y por días, me supera. Pero mi criatura no es un ser especial. Hay un montón de pisos y casas llenos de criaturas que son realmente valientes, campeones y superhéroes. Vivimos en un país en el que nuestros pequeños nos están dando una auténtica lección. Quieren parque, quieren sus rutinas, su cole, su rugby o el deporte que practiquen. Pero se conforman con estar en casa, buscando cualquier entretenimiento y pasando los días de una forma admirable. Están agotados, seguro, pero nos hacen sonreír continuamente. Son estas generaciones las que merecen un aplauso tremendo y un reconocimiento absoluto porque nos están enseñando qué es la paciencia y la resignación sin resignarse. Nos están enseñando a volver a nuestra infancia jugando y rebuscando en nuestra imaginación para buscar un entretenimiento para ellos, y, sin darnos cuenta, somos los adultos quienes encontramos los momentos de ocio con sus actividades. Esta semana pasada le cantábamos el cumpleaños feliz a mi vecina Adara, sus dos añitos coreados por gran parte de quienes todas las tardes acudimos a la cita de los balcones y ventanas. Cada día son más los dibujos que engalanan los edificios de nuestro país. Cada día son más los vecinos que nos quedamos hablando, que nos estamos conociendo y que nos damos ánimos. Cada día, sin darnos cuenta, las pequeñas criaturas que habitan en los hogares de nuestra ciudad nos están haciendo más humanos a los mayores. Porque ellos son quienes realmente están aprendiendo a valorar la importancia de lo inmaterial, de pasear, de jugar con los amigos. Y si bien es cierto que en todas las casas estos días se ha dicho como un millón de veces eso de “¡benditas tecnologías¡”, no es menos cierto ni menos importante que estos días nos están ayudando a reencontrarnos con todo eso que yacía en el olvido, con pasar el tiempo con nuestros pequeños, con buscar juegos para hacer juntos, con buscar sonrisas y abrazos. Son momentos para aprender, y los seres más pequeños de nuestros hogares están aprendiendo la lección de su vida, y nos están haciendo aprender que no todo lo que quieren es material, sino que hay una parte de nosotros que necesitan, y no es otra que tiempo. Tiempo y sonrisas. Tiempo, sonrisas y miradas. Por esto y por más, hay que reconocer que nuestras calles están llenas de vida, aun estando sus habitantes dentro de sus casas, porque suenan canciones y se escuchan sonrisas, gritos, aplausos. Y por cada dibujo que hay en una ventana o en un balcón tenemos que dedicar un aplauso, porque son nuestros niños seres envidiables, personas valientes, grandes y campeonas. Cuando acabe todo esto, tenemos un gran ejercicio de reflexión que hacer: ¿Es necesario vivir con el agobio diario o debemos actuar como nuestros hijos en el confinamiento y aceptar lo que nos ha llegado y buscar alternativas para superarlo?

    Articulistas