Las prisas de la nariz

    25 ene 2020 / 11:29 H.
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    La aceleración no trae nada bueno. Un fontanero vacilón y con más abalorios que un municipal, entra en un garito de moda. Pide un gin tonic, de cuyo nombre no quiero acordarme y, raudo, se adentra en uno de los baños. Al cabo del rato, sale muy ufano y hace un par de fotos del aliviadero. A continuación saca su PDA, puntea varias veces la pantalla y vuelve a la barra con cara de perdonavidas para decirle muy serio al camarero, que estaba rematando la filigrana multifrutas: “Lo de la cisterna van a ser cien euros más el desplazamiento, ¿con factura o sin factura?”. Atónito pero con la serenidad que da el oficio, le responde: “Usted perdone caballero, pero aquí hay una confusión. Nosotros no hemos llamado a nadie y la cisterna va como un tiro. Compruebe su nota y la dirección. Por cierto la copa son diez pavos con todos los complementos, a tocateja y con su tique”. Cerciorado del gambón cometido se lamenta al grito de “si al final me va a costar los dineros”. “En concreto diez euros, IVA incluido, y otra vez búsquese otra cisterna para hacerse un selfi, que se ha dejado el latiguillo en la tapa”.

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