Las moscas y la mierda

01 sep 2018 / 12:55 H.

Hasta hace muy poco los lacitos cruzaban el envoltorio de un bote de colonia, una corbata, un vestido, un libro. Con el paso del tiempo, ponerse un lacito en la solapa se convirtió en un símbolo de solidaridad que casaba, a ser posible, con el color que el estrecho lacito ofrecía. Así y poco a poco, fue ocupando el lugar de aquellas pegatinas pequeñas que te identificaban como colaborador de cualquier cuestación. De todos los colores y para todas las causas, los lacitos no pasan desapercibidos y siempre muy cerca del corazón muestran a su portador como alguien solidario. Que los independentistas catalanes hayan escogido el color amarillo para mostrar su disconformidad con el arresto y prisión de sus políticos patriotas, no debería tener mayor importancia si no fuera por la reacción que sus lacitos grandes, medianos y pequeños, han ocasionado en las filas de los nacionalistas españoles. A una estúpida guerra de intereses políticos, en donde unos ponen lazos y otros los quitan, ha derivado el fin de tan inocentes lacitos. Como dijo Nicanor Parra, “¿alguna vez vieron una nube de moscas revolotear en torno a una plasta de mierda?