La nicotina que nos une

    04 sep 2021 / 17:49 H.
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    Brillaban nítidas detrás de la protegida capa de ozono las estrellas. Un protegido murciélago pasó veloz sobre mi cabeza a la caza de algún insecto, probablemente, también protegido. Buscaba yo el olor de antaño pero en los lugares de jazmines antiguos crecían ahora vegetales merecedores de protección por su alta capacidad de reciclaje de CO2. Al llegar a la puerta de mi casa observé la placa metálica de mi vecino de enfrente advirtiendo que también estaba protegida. Introduje la llave con las manos ya temblorosas, y abrí la puerta esperando, por fin, encontrar la paz ante tanta desprotección. Sin embargo nada pude decir en mi defensa por el retraso producido, pues frente a mí encontré a mis hijos menores y a mi mujer, con cara de saber que también ellos estaban protegidos. Apesadumbrado por el obligado silencio subí a mi refugio con un único objetivo: fumar a escondidas. Yo pensaba que en un mundo de protegidos, el que no está protegido es el que protege. La duda me asaltó: ¿no seré yo el desprotegido? Estaba claro: yo era el agresor. Desperté de la hipnosis del lento vaivén del humo del cigarrillo. Estaba apagado. Pronto necesitaría otra dosis de droga. La nicotina que nos une. Me llegó al alma pensar que el más desprotegido de todos fuera el mosquito común de Benatae. Hay que asociarse y defenderlo. Aunque no tenga cuernos. ¡Qué coño! Y aunque los tenga.

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