La mochila austriaca

    14 jun 2021 / 16:23 H.
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    Se trata de un fondo individual de cada trabajador (una hucha), que se alimenta con las aportaciones de las empresas, las del propio trabajador y, ocasionalmente, con las aportaciones del Estado (el gobernador del Banco de España ha realizado recientemente una propuesta al respecto). Cada trabajador conserva su mochila vitaliciamente, aunque cambie de empresa una o varias veces a lo largo de su vida laboral. Solo se podrá tener acceso a los fondos acumulados en los casos de despido, de finalización del contrato laboral o cuando se acceda a la jubilación. En Austria, país pionero en ponerla en marcha (de ahí su nombre), cuando un empleado pierde su trabajo puede cobrar el saldo acumulado en su fondo personal de capitalización, pero también puede trasladar su mochila a otra nueva empresa, en el caso de que se haya marchado voluntariamente.

    Es este un tema de suma importancia, ya que puede colaborar a resolver, en parte, uno de los problemas que presenta nuestro mercado laboral, tal y como son las elevadas indemnizaciones por despido que son causantes, en última instancia, de la alta temporalidad existente en la actualidad. Al mismo tiempo, la mochila se puede convertir en un complemento a la pensión pública, cuando el trabajador la mantiene hasta el momento de la jubilación. Por lo cual también puede colaborar a la resolución parcial de otro de los problemas a los que nos enfrentamos hoy, tal y como es la viabilidad del sistema público de pensiones de jubilación. En suma, la mochila austriaca puede plantearse tanto en la inminente reforma de las pensiones, como en la reforma o contrarreforma del mercado laboral. Consecuentemente, es un tema espinoso y que requeriría de un amplio acuerdo político (PP y Ciudadanos lo llevaban en su programa electoral y el gobierno del PSOE se ha mostrado dispuesto a estudiar la posible adopción de este modelo), como también necesitaría la bendición de la patronal y de los sindicatos (en la oposición de estos últimos puede estar el principal escollo). Por lo que respecta a las pensiones, el actual sistema de reparto o de solidaridad intergeneracional (los que trabajan hoy pagan las pensiones de los jubilados, con la esperanza de que los trabajadores de mañana paguen las suyas), presenta graves problemas de viabilidad, como es conocido. Pues bien, además de otras reformas (separación de fuentes de financiación, retraso de la edad de jubilación, etcétera), la mochila austriaca representa un sistema de capitalización, similar al de los planes privados de pensiones, que podría ser un complemento de interés (el trabajador dispone de su hucha y de la correspondiente revalorización cuando se jubile).

    Por lo que respecta a las indemnizaciones por despido (33 días por año trabajado en el caso de los improcedentes y 20 en el caso de los denominados objetivos), podrían ser reducidas, abaratando los costes para las empresas, e induciendo al modelo único de contrato, lo que permitiría disminuir la temporalidad actual, facilitar una mayor movilidad laboral y reducir el miedo a la contratación por parte de los empresarios. El trabajador despedido o el que haya finalizado su contrato temporal, podría hacer uso de la mochila hasta tanto se incorpora a una nueva empresa.

    El problema esencial que se presenta no es otro que el de la forma de financiación de la mochila. Si la tuvieran que asumir las empresas, ello supondría un incremento del coste laboral que muchas de ellas (sobre todo las pymes) no podrían afrontar. La Seguridad Social no está en la mejor situación financiera, dados los fuertes déficits que soporta, para financiarla. Al respecto, y como punto de partida para su puesta en marcha, el Banco de España ha propuesto destinar 8.000 millones de euros, de los 140.000 que corresponden a España del Next Generation UE. Sería una aportación excepcional, con carácter transitorio, hasta la superación de la crisis de la covid-19. En suma, la mochila austriaca es un instrumento que habría que explorar, ya que no se puede aplazar indefinidamente la precariedad del mercado laboral ni el déficit crónico de las pensiones.

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