La memoria del olvido

La bellas historias de cada pueblo que deberían ser rescatadas para orgullo de unas generaciones criadas en el lamento y la diáspora >> Que se adentre en lo más hondo de nosotros la memoria del olvido como patente de corso >> Hay otra Jaén no oficial

10 mar 2019 / 11:39 H.

Hay una Jaén maravillosa y auténtica que tiene mucho que ver con la Jaén que ha crecido a pesar de todos los olvidos seculares de esta encrucijada de caminos que está para sumar pero nunca estuvo para hacerla disfrutar. Es esa Jaén nada oficial, nada oficialista, que vive de espaldas a las peleas partidistas y al reparto de sillones, que ya ni alucina con quienes fueron y fueron y quieren volver a ser aún a pesar de los tiempos cambiantes y cambiados. Es esa Jaén sana y trabajadora, alejada de los tópicos del victimismo y la resignación que hace de su vida felicidad y de la vida con lo demás un ejemplo de cómo compartir es algo más que tomar una Alcázar (ahora verde). Son las gentes de la Jaén que puebla ciudades y aldeas sin mayores pretensiones que trabajar para el mejor futuro de su familia sin olvidar ni la amistad ni la pasión.

Es la memoria del olvido, esa gran contradicción convertida en paráfraxis e incluso metáfora a la que el genial actor patrio Juan del Arco dio vida y conformó en una bella historia de la Jaén de siempre, la genuina y a la par desoficializada, en los Premios Reino de Jaén de Villargordo. Hablaba Juan precisamente de esa memoria viva pero olvidada, una genuina definición de todo aquello que fue y ha sido grande para Jaén pero hemos ido desechando por mor del tiempo, quizá por las modas, principalmente porque tampoco hemos creído en nosotros mismos y en nuestras circunstancias, también como colectivo, como sociedad conjunta, como tierra anonadada por las provincias hermanas, tan triunfantes y dopadas presupuestariamente ellas. Se refería Juan del Arco a la bella historia de la actuación de Salvador Távora y Enrique Morente, en Villargordo, con un diluvio universal. Corrían los años 80 y no eran más que genios en busca de un lugar en el mundo del arte y los llevaron gentes que creían en la cultura como revolución, sin hacer ruido, sin pedir medallas ni exigir fotos. Mismamente la memoria del olvido de otro grande anónimo de Jaén, Manuel Ruiz López, Manolo “El Sereno”, que sin ser nadie, siéndolo todo, colocó a Frailes en el mapa de la vida buena. Y sana.