La jungla urbana de Jaén

    11 dic 2019 / 08:53 H.
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    El peligro de pasear por las calles y plazas de Jaén no deriva solo de compartir los viandantes las aceras con artilugios, cuya circulación por las mismas debería estar prohibida, sino que se agrava por la progresiva reducción de los espacios destinados a los peatones por ocupaciones permanentes legalizadas por los ayuntamientos para satisfacer su avidez recaudatoria. Al socaire de la prohibición de fumar en espacios cerrados surge un beneficio para las arcas municipales, que conceden instalaciones permanentes en plazas y aceras que prolongan los espacios cerrados con el aliciente de poder fumar; toldos, estufas, asientos confortables y mantitas han incrementado la nómina del mobiliario urbano y se expanden por los espacios públicos, hasta el punto de convertirlos en zonas de acampada. El fenómeno en Jaén reviste caracteres especiales, hasta el punto de impedir el paso a los transeúntes en ciertas zonas; el barullo y el botellón indiscriminado, inducido por las terrazas en el centro: San Ildefonso y Deán Mazas; de seguir este camino en nuestra jungla urbana va a ser necesario establecer pasillos humanitarios para algo tan simple como entrar a nuestras casas o visitar a familiares.

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