La inclusión exclusiva

    23 sep 2019 / 08:36 H.

    Quién no conoce, quién no tiene un miembro en su familia con las facultades físicas o psíquicas en diferentes a las de los demás. Al resto de los “normales”. Esa gente, esos padres, suelen ser los “más” especiales, los que interpretan que cada sonrisa y cada gramo de aire inspirado son la base de la vida, los que muestran que cada instante necesita de un extra de pasión. Ellos no protestan, no reivindican ayudas ni dinero. Ejemplos como Afais, Asociación de amigos de la infancia sorda, hacen que la vida de los suyos pase de un silencio absoluto, al placer de escuchar a mamá decir que te quiere, oír como una ola rompe su espuma la arena, sentir como las teclas del piano componen la más maravillosa melodía. Pero es gente que dedica su tiempo, su esfuerzo, su amor, su dinero a que la vida de los suyos sea lo más “normal” que se pueda. Son criaturas asombrosamente extraordinarias, cariñosas como la que más, que por los hados, o más bien los caprichos de la genética, necesitan de unas ayudas que tal vez se destinan a otros menos clamorosos frentes, populares o irreverentes. Acudid gobiernos. No solo vale poner en la tele pública, donde la haya, un intérprete. Debemos saber, conocer, entender, que cualquiera puede oír. Con los implantes necesarios. Con el dinero suficiente, claro. Maldito y bendito dinero. Necesario.