La cabalgata y el niño

    11 ene 2020 / 12:02 H.
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    Con la nieta en bomborombillos y viendo Reyes, camellos y dromedarios, se cerciora de los principios económicos de su yerno. Con la nieta de la mano y viendo flores, belenes e iglesias, se reconcome pensando que su hijo está desbocado y confundido. Después, los abuelos pasan las horas como pueden, entre autobuses y coladas, rematando con un homenajillo que amortigüe el golpe siguiente, comprobar los décimos del Niño. El tercer abuelo en discordia empieza a notar la recuperación de su espacio vital tras las pascuas, pero con el regomello de la diáspora dolorosa de los suyos. Ninguna de estas circunstancias es virgen y mártir para ellos, llevan tiempo en el andamio flotante de la vida y han visto hasta lo que no está escrito en los escritos, y mira que escriben, y mira que leen, y mira que miran, pero no desfallecen. El hilo conductor de este trío calavera es la amistad “Duracell”, que no es moco de pavo, el amor por la belleza en cualquiera de sus manifestaciones, la reflexión permanente y sin trabas, la mirada larga de la historia, y la guasa, porque sin guasa esto no lo aguanta ni dios. Y sin poesía, tampoco.

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