Jóvenes y virus

La mayor actividad de encuentros sociales desde que hace un mes concluyera la actividad educativa unida a la finalización de las restricciones de movilidad han supuesto un aumento de casos de contagio en personas de edad joven a las que, por añadidura, no está llegando la vacuna con la celeridad que sería deseable. Los telediarios, las radios y los periódicos abren sus informaciones de fin de semana con los datos referidos a cientos de fiestas, botellones y eventos musicales en los que no se respetan distancias ni uso de mascarillas. Con ese escenario no puede asombrar que sean los menores de cuarenta los más afectados por el contagio y los primeros candidatos a ocupar camas de hospitales y, a veces, ser inquilinos de unidades de cuidados intensivos. Llegados a este punto cabe recordar lo que históricamente ha sido signo de rebeldía y choque generacional que todos hemos vivido a nuestro paso por ese divino tesoro que es el gozo y disfrute de la energía y los impulsos juveniles. Nadie piensa cuando se es joven que los peligros acechan a cualquier tramo de edad. Pero ninguno de los presentes habíamos vivido una situación tan extrema como la actual. Tal vez por ello habría que explicarles que estamos ante un enemigo que después de morder en edades avanzadas ha encontrado carne fresca entre la chavalería.