Jefferson era bajito

19 sep 2018 / 11:55 H.

Muchas más cosas contó Jefferson, que más tarde referiré si hubiera tiempo. Aquel año Jefferson había permutado su terreno y una yegua por un carro viejo que el compadre Mancio trajo de Quito. Era un carro muy gastado que jadeaba cuesta arriba y petardeaba llaneando. Jefferson acarició desde muy joven el sueño de poseer un auto. Ahora lo había satisfecho. Por la ventana de la cocina, Paula, la mujer de Stalin Vera, vigilaba al marido en el barecito de enfrente. “¡Stalin, subió el azúcar; ven conmigo a que el médico me pinche!” gritaba Paula desde la ventana cuándo veía a Stalin pasado de aguardiente. Jefferson no era bajo, era bajito. Una dolencia del tiroides detuvo el crecimiento de pequeño. Apenas alcanzaba el metro y medio. No más. El día que Jefferson vino a por papá y mamá en el auto, mamá Paula se santiguó al arrancar porque no veía a Jefferson y el carro andaba. ¿Quien maneja, pues? ¿un fantasma, eh? Solo se adivinaba el sombrero de Jefferson muy abajo y las manitas agarradas al volante. Esto lo cuento porque lo prometí a Mayra Vera, que una mañana me cogió de improviso y le dije que sí y yo soy hombre de una sola palabra.