Jaque al rey ahora emérito

16 jul 2020 / 16:31 H.
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Los republicanos andamos con suerte, aunque con esto del coronavirus no se encuentre el horno para bollos. Pero puestos a pensar, no hay ningún momento bueno, y siempre andamos enfocados en lo urgente, que no nos deja mirar para otros lados, ni centrarnos en lo importante. Mirar para otro lado es lo que ha hecho la opinión pública durante demasiadas décadas, cuando un tácito acuerdo en los medios de comunicación impedía criticar los desmanes y excesos del rey ahora emérito. Al parecer, se ha saltado en más de una ocasión las leyes, según indican un día sí y otro también las noticias que vienen ya sin pudor ni cortapisas, porque el río de dineros, tanto en metálico como en transferencias, resulta escandaloso sin miramientos. No sé cómo van a tapar este boquete desde la Zarzuela, que sangra por donde más duele, pero el exilio podría ser la mejor opción, tal y como apuntan los expertos. Exilio que irremediablemente sería en Suiza, el cual se muestra como el camino más corto para llegar a los Emiratos Árabes Unidos, Dubái, Bahréin o Abu Dabi, entre otros destinos dilectos de la península arábiga.

Corinna Larsen, la célebre examiga del rey emérito, ha destapado la caja de Pandora y las grabaciones no son preocupantes, sino lo siguiente, que diría cualquier hijo de vecino. Curiosamente se apellida como Lobo Larsen, el protagonista de El lobo de mar, la genial novela de Jack London. Recordemos que allí Lobo Larsen es el capitán de una goleta de caza llamada El Santo. Brutal y cínico, pero también muy inteligente e intelectual (se trata de la novela de un autodidacta y, por tanto, altamente sesgada en sus opiniones), gobierna su barco y aterroriza a la tripulación con la ayuda de su excepcional fuerza física... Pero no nos desviemos. Sea como fuere, la cuestión de las ingentes cantidades de dineros en la Zarzuela posee visos de una película de serie B. Vamos a ver qué indagaciones se ponen en marcha, si hay algún mecanismo para investigar, dado el blindaje de la inviolabilidad, que no debería ser impunidad, o sea hacer y deshacer a su antojo.

En España, hasta la II República, la monarquía tuvo a los intelectuales en contra, como por ejemplo Miguel de Unamuno. Fueron tiempos convulsos, los de finales de los años 20, pero no menos extraños son ahora, con tantas presuntas sospechas de corrupción. Entonces, la monarquía subestimó a los escritores y artistas, echándoselos encima, pero desde 1975 hasta hoy, con aquella lección bien aprendida, se los ganó a base de prebendas y fama, porque sabía lo que se jugaba. Durante muchos años todo ha sido como una balsa de aceite. ¿Va a haber por fin voces que denuncien lo que sucede? La gente, por su parte, esos hijos de vecino que tienen y mantienen en su soberano poder quitar y poner a nuestros gobernantes, sistemas políticos e incluso el Estado, sigue a lo suyo sin demasiada ilustración, entre la crónica rosa y el amarillismo, como una burbuja con su interior perfecto. Si hubiera un referéndum sobre república o monarquía, ganaría esta última, por lo que el asunto ostenta hondas raíces, y para afrontarlo habría que atajarlo, del mismo modo, radicalmente. En el ajedrez, ya se sabe, el rey es la pieza más importante, la más protegida por el resto de fichas, que giran en torno a él, sacrificándose siempre que sea necesario. Pero España no puede ser ni un juego ni un tablero.

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