Jaén: Ciudad de poda y tala

19 abr 2018 / 08:43 H.

Este año la primavera tardía y afortunadamente lluviosa se abre paso en nuestra ciudad que, como cada año insiste en “hacer sábado” en toda planta viviente. Los árboles bien talados o desmochados, las ramas limpias y afeitadas —vayamos a que alguna puñetera hoja se asome al tronco— y, por supuesto, evitemos que los árboles crezcan y hagan sombra, que aquí, lo que nos gustan son las sombrillas a juego o no con las mesas y, sobre todo, los arriates y las plantitas de quita y pon.

En Jaén ser árbol y cumplir años es peligro inminente de muerte a hachazos, cuando no la motosierra mondadora. ¡Ojo!, que no me estoy refiriendo solo a lo público, en lo privado también se aplica la poda salvaje, corra la savia o no. Obsérvese el tétrico paisaje de nuestra avenida principal. “Árboles viejos” —según los denominan— que, año tras año, son pelados y afeitados para que luzcan sus troncos altos como candelabros. Son viejos, van y dicen. Ya saben: ¡Lo viejo no se lleva!, tanta vida por delante es caro de mantener, pensarán. Paseando por otras ciudades se observan parques y avenidas con árboles centenarios que adorna y prestan servicio al medio ambiente. Son plantas y árboles cuidados con mimo, son un elemento más de las ciudades que los ven crecer y que les han ayudado a formar parte del paisaje y del paisanaje, son queridos por sus gentes y verlos morir apena. Por eso los cuidan y no atentan contra ellos. Esta ciudad, que es mi ciudad, me duele como a cualquiera y necesita de muchas zonas verdes y de verde en sus calles. Recuerdo aún cuando se escuchaban los cantos de los pájaros en primavera. La zona del Paseo de la Estación era un piar y trinar que al menos a mí –y a otros como yo–, nos encantaba escuchar. Las aves ahora buscan y no hallan por las inmediaciones, tienen problemas de ubicación. Los troncos y las ramas peladas no son su hábitat. Los echo de menos. Claro, esto me ocurre a mí y a otros, porque me consta que a demasiados de nuestros conciudadanos les encantan. Los pájaros ya no fastidian con el cansino piar; ya no llenan de excrementos los vehículos y aceras; ya no sueltan hojas por doquier y no digamos los de las alergias, por fin se ha logrado mantener a raya a ese peligroso enemigo de las personas: El árbol. Un dato: “Solo un árbol puede producir suficiente oxígeno para dieciocho personas; son responsables de una quinta parte del oxígeno del planeta, se les conoce como “los pulmones” de la naturaleza y hay mucho más. Naturalmente esto lo dicen ecólogos y especialistas en la materia. Expertos alertan de la falta de sombra generalizada en muchas calles y advierten de la necesidad de prepararse para el cambio climático. “Los árboles atenúan la temperatura de la ciudad una media de diez grados. ¿Qué nos pasa aquí? No le echo la culpa solo a los responsables públicos —eso es algo que se estila ahora y, total, no cuesta nada—, aunque no estaría mal que nos explicaran y exhibiesen los informes técnicos que avalan esta modalidad tan “sui géneris” de esta localidad. Hablo de nosotros, los ciudadanos de este Jaén al que queremos y al que deberíamos de mejorar cada uno dentro de nuestras posibilidades. Una ciudad verde mejoraría la calidad de vida, ornamentaría nuestras calles y sería un ejemplo de civismo y buen gusto. Nadie debería de morir sin plantar un árbol, sin leer un libro, sin escuchar el trino de los pájaros en sus copas.