Invitación a la escritura

19 ene 2019 / 11:04 H.

Hace unas fechas os hablé sobre la importancia de la lectura. Si recordáis dije que la lectura y la escritura son las dos caras de una misma moneda. En este artículo abordo la otra cara que me quedaba: la escritura. Ahora, aparece mi oficio de ensamblador de palabras libres que expresen sentimientos y emociones. Aunque las palabras por naturaleza son libres y solo los necios se esfuerzan en esclavizarlas. Los necios son aquellos seres intrascendentes que no las respetan cuando la usan.

Para mí, escribir una novela es un acto de sufrimiento, un acto de exploración del alma. Cuando escribo acerca de las pasiones humanas: la venganza, el odio, el amor, la muerte... mi espíritu se desgaja suavemente. El proceso de creación de una novela resulta largo en el tiempo y el sufrimiento padecido es continuo, mas nunca doloroso. Por eso, para mí escribir es sufrir con gusto. La sensación de placer solo se alcanza una vez finalizada la obra. Supongo, que para el lector la sensación de placer durará lo que dure la novela y sufrirá en mayor o menor medida en función de su identificación con los personajes; siendo éste el objetivo principal de cada escritor.

Las novelas que hasta ahora he escrito son una mezcla de realidad y ficción, sin saber con exactitud en qué proporción se dan la una y la otra. Suelo poner como símil la bebida de un “gin-tonic”. La ginebra representaría la realidad y ocupa menor volumen en el vaso. La tónica sería la ficción, con mayor volumen de ocupación. Luego, las dos bebidas se mezclan, se agitan y por arte de magia surge un apetecible cóctel llamado “novela”.

Mis tres novelas publicadas se catalogan como “novelas cortas”. Muchos genios de la Literatura Universal han trabajado esta modalidad: Kafka, Camus, Sartre, Cortázar, Auster, etcétera. Los citados aposta son escritores existencialistas, siendo los ejes temáticos de sus novelas: el misterio de la existencia del hombre, el mundo, las posibilidades, la angustia, la religión, la preocupación por la muerte. Dijo Sartre: “Dios no existe o nos ha abandonado y arrojado al mundo, en donde actuaremos según nuestras posibilidades”. Empero, Albert Camus (Premio Nobel de Literatura, 1957) fue un existencialista ateo que en la etapa final de su vida evolucionó en su pensamiento hacia un humanismo liberal, contrario a los dogmatismos del marxismo y cristianismo. Como puede observarse por los autores mencionados soy un seguidor crítico de la corriente filosófica conocida con el nombre de “Existencialismo” y en mis novelas suelo utilizar elementos filosóficos de carácter existencialista.

Y, coincidiendo con el primer mes del año nuevo, me queda por animaros a sentarse en una mesa y escribir en un papel en blanco o en la pantalla de un ordenador sobre las muchas cosas que tenéis por decir. Algunos me consta que lo habéis hecho y lo seguís haciendo, pero vuestra creación literaria, sea del género que sea, permanece guardada en un cajón de vuestro escritorio. Os falta pues enseñársela a vuestras amistades lectoras para que emitan su opinión y luego publicarla. Ánimo y suerte.