Investidura ficción

    12 ene 2020 / 11:20 H.
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    Debería aplaudir con fervor la formación de ese nuevo gobierno que quizá cuando se publiquen estas líneas ya haya dado a conocer sus componentes. Un gobierno que a unos les ha provocado especial satisfacción -y hasta lágrimas- cuando a otros les ha dolido en el alma que se construya sobre apoyos a los que “les importa un comino la gobernabilidad de España” o proclamen que a ellos “ni se les ha vencido ni se les ha domesticado”. Tanto en un caso como en el otro, ERC y Bildu, sus representantes muestran el lado más tenebroso de esta historia. La investidura de Sánchez se asemeja a una propuesta de Ciencia Ficción en la que el tiempo y el espacio se entremezclan con ese toque de guion fantástico en el que todo se puede conseguir en un universo paralelo que, sin embargo, dista mucho de estar presente a nuestro alrededor. El nuevo gobierno no dispondrá de esa alfombra mágica que es la mayoría absoluta y, por tanto, se verá abocado a diseñar performances de vistosa espectacularidad para poder sacar adelante alguna de las propuestas estrella que han ido dejando caer cuan miguitas de cuento.

    Y todo ello con ínfimos apoyos de partidos minúsculos o de otros que, aunque con más peso, anteponen montuosas peticiones de muy difícil encaje no ya en el marco constitucional sino en el de la mera convivencia. Arduos esfuerzos necesitará el gobierno para alcanzar escarpadas cimas como la de los Presupuestos generales del Estado, la derogación de la reforma laboral o de la LOMCE, renovar el Consejo General del Poder Judicial o el Tribunal Constitucional, dar un nuevo giro a las pensiones o diseñar nuevos ajustes en cuanto a la carga fiscal. Para esa ascensión, por seguir con el símil montañero, el gobierno llevará en la mochila varios contrapesos de feroz magnitud relacionados con el ordenamiento territorial del Estado, tema nada baladí y que marcará la práctica totalidad de sus movimientos. Al primigenio terremoto catalán se ha unido el vasco, en amorosa fraternidad exprimidora, extrayendo singulares concesiones que habrán de materializarse en futuros ¿desencuentros? Desolador panorama que sigue impidiendo que ese natural alborozo por contar con un nuevo gobierno progresista, de izquierdas y reformador nos inunde del todo muy a nuestro pesar. “Sin nosotros no hay legislatura”, sentenció alguien desde la tribuna de oradores. No parece un buen comienzo para cimentar ese ansiado dialogo que, tal parece, lo solucionará todo en un abrir y cerrar de ojos. Laminar el legado de la Transición tampoco se diría que centra especialmente el camino a seguir. Claro que en toda historia fantástica siempre hay un superhéroe que acaba con el Godzilla de turno. ¿Quién se adjudicará cada uno de esos papeles?

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