Con diferentes sabores
El nuevo Gobierno del presidente Sánchez tiene obviamente la virtud de responder en lo básico a lo que ha salido de las urnas: una nueva fuerza progresista cargada de intenciones sociales y proyectos propios de la socialdemocracia más clásica y europeísta. Además yo no dudo de la calidad de Garzón, Castells o las mujeres de Unidas Podemos. En su contra, la inexperiencia, las contradicciones propias de la vida pública —“donde digo digo, digo Diego"— y sobre todo, la enorme desconfianza, el ataque sin piedad y el constante enfrentamiento de muchos medios de comunicación, los violentos de Vox y los fanatismos nacionalistas varios. A lo que se suma el hartazgo
ciudadano ante el constante circo político patrio. Pero
que conste una cosa: si Ciudadanos o el PP se creen que van a ganar algo con la política del enfrentamiento extremo, y el insulto constante, como ya ocurre en donde gobiernan (véase Andalucía o Madrid, donde ya duermen
en la cama con su enemigo). No solo le dan alas a los
extremistas, sino que son desleales a los españoles, que lo que quieren es un poco de normalidad y sentido común tanto del gobierno como de la oposición.